Cuando la naturaleza se abrió paso en 1973
«El aviso de lo ocurrido supuso la rápida reacción periodística para ir en coche con urgencia al lugar de los hechos, el litoral del levante almeriense y granadino»
Las lluvias torrenciales del 19 de octubre de 1973 asolaron todo el Sureste peninsular y prácticamente toda la provincia: Litoral, Cuenca del Almanzora, Adra, Zurgena ... Albox, El Ejido, Roquetas de Mar... Fue mi gran bautismo periodístico inesperado, recién llegado a Almería al frente de la delegación de Ideal. Y mi encuentro con una Naturaleza que empezaba a rebelarse y a desvelar su sentido.
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El aviso de lo ocurrido supuso la rápida reacción periodística para ir en coche con urgencia al lugar de los hechos, el litoral del levante almeriense y granadino. En Adra, las puertas abiertas de las casas y el agua saliendo a raudales de los interiores, la carretera que atravesaba Adra estaba inundada y el agua cubría las ruedas de los coches.
A la salida de Adra la guardia civil no permitió continuar por el peligro. La intención era llegar hasta Motril, al encuentro de redactores del periódico desde Granada, y comprobar la situación en toda la costa. Tuvimos que volver, mientras iba observando los rostros de los abderitanos en las aceras sacando agua de sus casas. Y también estaba la observación de la sierra por donde había bajado el agua torrencial. Y los destrozos que ya eran notorios en el paisaje.
El problema alcanzó a casi toda la provincia. Fueron días, los que vinieron, de recorrer los pueblos, con el gobernador civil al frente, observar y hablar sobre pérdidas y destrucción. Fue mi oportunidad para recorrer y conocer la provincia de Sur a Norte.
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En el recorrido por los pueblos el periodista recogió testimonios sobre hechos importantes, que explican daños por las lluvias torrenciales. Destrucciones de casas, cortijos y partes de pueblos o de invernaderos construidos en las ramblas. Y en la costa. Las zonas inundables, como si no existieran.
Por la tierra las aguas bajan con su certificado de propiedad. La naturaleza siempre reclama su derecho de paso. En estas visitas oficiales, predominaba el discurso del gobernador civil y las palabras del alcalde de turno, frente al silencio vecinal. Este periodista tomaba notas de las palabras oficiales. Y también se acercaba a los vecinos presentes. Siempre peguntaba por su situación, qué había pasado en su pueblo, sus opiniones. Y con el gobernador civil tan cerca, la respuesta era sobre todo el silencio, el recelo ante este periodista extraño que siempre se identificaba, Es sí, hubo alguna que otra excepción vecinal, hablando en secreto. Algunos colegas llegaron a decirme cómo se me ocurría hablar con los vecinos. En aquellos tiempos del franquismo.
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De aquellas inundaciones resurgió la posibilidad del Pantano de Benínar. Las aguas del río Grande de Adra, para alimentar el pantano proyectado. El proyecto oficial obligaba a inundar el pueblo que fue destruido. Benínar fue sacrificado en colisión con los sentimientos y el arraigo de las gentes. Las grandes obras provocaron la resistencia vecinal, especialmente por el tema de las indemnizaciones.
Una cuestión insólita fue la manifestación de los vecinos con el alcalde al frente, en desacuerdo con las indemnizaciones y la desaparición del pueblo. El gobernador civil, Merino González cesó al alcalde y le puso una multa. Más insólito fue que el gobernador civil citara en su despacho a este periodista por informar en Ideal de este tema. A su lado, el comisario de policía. Mi respuesta fue que yo soy periodista y mi obligación es informar. Tanto el gobernador como el comisario me dijeron que lo normal era que yo hubiese justificado y aprobado el cese del alcalde y la multa. Mi respuesta lógica ya se la pueden imaginar. El periodista informa, no condena.
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En 1976, los vecinos de Benínar vivían sus últimos días. Esta situación sacrificó también a Darrícal, aunque las aguas del pantano nunca llegaron a este pueblo
Lo grave es que, a finales de la década de los setenta, con el pantano ya en marcha, se descubre que hay problemas, por cuestiones geológicas, una falla que hizo que, una vez lleno, las aguas del pantano se filtran en la tierra. Los técnicos del pantano no descubrieron el problema. Y en la zona norte se empieza a hablar del pantano del Almanzora.
Y entones surge también la corrupción en el ámbito de las indemnizaciones. Fueron subvenciones a fondo perdido. Miles de millones de pesetas se canalizaron hacia Almería sin a penas control. No faltaron quienes se beneficiaron de subvenciones aportando daños falsos en fincas inexistentes, en algunos casos con la complicidad de entidades bancarias y de ahorro.
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El alcance del desastre hizo que oficialmente no se promovieran las investigaciones necesarias para destapar la corrupción. Pero nadie, a nivel oficial, se atrevió ni quiso afrontar este hecho, a pesar de que la corrupción llegó a plantearse en los medios de comunicación.
Eso sí, al final las inundaciones de 1973 sirvieron también para relanzar un importante grado de contestación política y provoca una toma de conciencia en marcha ante la proximidad de la Transición. Ya no había posibilidad de retroceso.
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