El fruto de la empanada

Mendicidad energética

Antonio Mesamadero

Lunes, 10 de enero 2022, 23:27

Cada vez que me tropiezo con el concepto 'pobreza energética' pienso en todo el mundo que la sufre, que en Granada es todo el mundo, ... y también en aquellos que en su escasa energía política no hacen nada para erradicarla. Ellos se lavan las manos con los precios de la electricidad y por eso nosotros recibimos el 'calambrazo' cada vez que damos al interruptor de la luz, aunque lo hagamos con las manos secas.

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Cuando era joven e indocumentado pensaba que la energía eólica, además de cargarse el paisaje, haría que la factura bajase hasta equipararla con el precio de las velas. Me quedé a dos velas, evidentemente, esperando un milagro que no depende de los molinos de viento, sino de la buena voluntad de los gobernantes. La ingenuidad se paga cara, concretamente a precio de luz eléctrica.

Como este recibo no entiende de fiestas, siguió subiendo y subiendo también durante la pasada Navidad. «Pero mira como sube y sube, y vuelve a subir…» desplazó de los hogares al clásico villancico de los peces en el río. Para contrarrestar, la filantropía gubernamental anunció la revalorización de las pensiones según el IPC, que en la práctica significará que nuestros pensionistas no podrán comer demasiado, tampoco alumbrarse en exceso, pero vivirán a cuerpo de rey según el ministro. Y mientras nuestros pensionistas se ponen como el Quico, el 'recibillo' de la luz seguirá comiéndose cualquier poder adquisitivo que le presente batalla.

No nos engañemos, la pobreza energética es simplemente pobreza. Al llamarle 'energética' parece más el diagnóstico de un fisio de gimnasio que una realidad, algo puntual que se va con ibuprofeno.

¿Hay algún 'lumbrera' entre los iluminados de las subidas de la luz que perciba que hay abuelos que no pueden encender la estufa porque no les alcanza? Si la indignación de la ciudadanía se pudiera convertir en electricidad, tendríamos para iluminar el ferial del Corpus los próximos quinientos años. O como habría dicho el gran Albert Einstein de haber vivido en nuestro tiempo: «Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: el cabreo de un granaíno».

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En Granada, está claro que la única energía que ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma en más energía, es la de Miguel Ríos. Él solo encima de un escenario es capaz de producir luz suficiente para alumbrar el mundo. El resto dependemos de la electricidad.

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