Los mejores

En cuanto a su formación inicial, sabemos que el profesorado representa el eslabón de la cadena donde recae gran parte de la responsabilidad de la educación siendo el encargado de implementar el currículo; es decir, de propiciar en los alumnos los aprendizajes necesarios para crecer como personas y desenvolverse en la sociedad como profesionales éticos y competentes. Y ello bajo la sencilla, y a la vez compleja premisa, de que «los profesores enseñan y los alumnos aprenden». Son los bachilleres mejor preparados los que debería nutrir los estudios de Magisterio; por lo tanto, su nota de corte tiene que ser alta. Así ocurre en los países nórdicos donde la excelencia es el rasgo distintivo de sus sistemas. De esta manera irían a esta carrera por vocación y no porque dicha nota no les llegó para los estudios elegidos en primera opción, y entonces, como mal menor, se inclinan por Magisterio: es imposible mayor aberración. Y ello porque ¿con qué interés e ilusión van a afrontar su trabajo en el aula si no les gusta? Durante su trayectoria académica deberían recibir una formación que compaginara un fuerte componente teórico con una sólida preparación práctica. La formación en idiomas, en educación emocional y en tecnologías de la información y de la comunicación ha de ocupar un papel relevante en su plan de estudios.

Respecto al profesorado que atiende a los los estudiantes de ESO, Bachillerato y Formación Profesional, su formación en la actualidad consiste en realizar un Grado en cualquier especialidad (Química, Literatura, Biología, Historia…), y una vez finalizado, cursar el máster universitario en formación del profesorado de ESO, Bachillerato, FP y Enseñanza de Idiomas, como requisito exigible para presentarse a la oposición. Considero que esta formación está muy desenfocada y que el requisito del máster no es el adecuado. Para mejorarla, una solución pudiera ser incorporar en los cursos tercero y cuarto del Grado de los estudiantes que deseen ser docentes conocimientos pedagógicos referidos el proceso de enseñanza-aprendizaje. Estoy proponiendo, que al finalizar el segundo curso, se abran dos itinerarios, cada uno de dos años de duración. El que desemboque en la docencia con asignaturas de un marcado carácter pedagógico, y tras la superación de este período, acceder a la oposición; y el que lleve a los alumnos hacia su incorporación en el mercado laboral con el perfil profesional propio de su Grado.

Igualmente debería revisarse el sistema de acceso a la función pública (las oposiciones) donde la parte teórica ha de jugar un papel relevante con un temario amplio y potente y un ejercicio en el que el opositor pusiera de manifiesto que domina el proceso de enseñanza-aprendizaje al que luego tendrá que hacer frente en el aula una vez conseguida su plaza.

Una vez en ejercicio, tanto los maestros como los profesores deben actualizarse porque los saberes avanzan a una gran velocidad. Estoy aludiendo a la formación continua. Cada cuatro años, todos los docentes deberían someterse a una evaluación en la que pusieran de manifiesto que están al día en sus conocimientos. Esta evaluación tendría repercusión profesional y económica para discriminar a los mejores preparados de los peores; a los innovadores de los rutinarios; y a los que se actualizan de los que que se dejan llevar por la comodidad y la apatía.