Vida: una herencia de valor inmensurable

Marina Rueda

Sábado, 27 de septiembre 2025, 23:43

A mi madre:

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«Madre» es el término más valioso de la RAE, aunque no es hasta su novena acepción que se aleja de su ... sentido más puro, redefiniéndose en fundadora como Marie Curie a la doctrina de su ciencia.

Por naturaleza, una madre es creadora y, por congénito, la naturaleza es madre en sí. Si nos fijamos, en sus dos sílabas se concentran dotes taumatúrgicos, capaces de sobrepasar los límites del intelecto. Desde un punto de vista biológico, las células del feto son totipotentes pero dependen de otro cuerpo para sustentarse. Hablamos de tres trimestres sujetos al crecimiento que se siguen con un mimo exquisito tras el momento de dar a luz. Las épocas convulsas a lo largo de la historia dan muestra del despojo voluntario de una madre a favor del nuevo ser humano, ejemplificándolo en los riesgos del parto y la valentía de jugarse la vida para que otra pueda ser. Una mujer, en el momento de ser madre, prescinde de lo básico y se eximen de trazas natas al ser humano, entre las que se encuentran la voracidad y el individualismo. Deja de lado cualquier atisbo de egoísmo, pues quien es «yo» ahora es «tú» y ese «tú» es su nuevo «yo». De tal modo, los defectos humanos se van opacando y pasan a un segundo plano porque el interés de lo que se creía importante ahora es notoriamente secundario.

Desde una perspectiva evolutiva, la madre es protectora y desarrolla un instinto biológico para la preservación de sus genes. La criatura, inerme, llega a un mundo lleno de vicisitudes y la protección es vital dada su todavía falta de conciencia. Durante la gestación se produce un intercambio de nutrientes y sustancias que, junto a la liberación de hormonas como la oxitocina o prolactina, propinan la interdependencia del lazo corporal. Este apego emocional es la respuesta a una identidad personificada en alguien que nace de ti y demuestra la resiliencia de una hija que ahora decide seguir el cauce de su madre.

Concluyo estas líneas dedicándoselas a la mía, intentando verbalizar momentos en los que me quedo perpleja y me paro a pensar que su audacia hace que hoy sea y que ayer fuese. Que mi corazón lata, que oiga y vea, que sea un cúmulo de recuerdos y enseñanzas. Que mi norte tenga brújula, que no padezca. Mi madre, que carga con mis aflicciones superfluas. Ella, intrépida y polisémica, altruistamente se hace con nuevos atributos cuando nos lega el bien más preciado del mundo.

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A mi madre y a tantas muchas.

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