Las tradiciones que se van sucediendo a lo largo del tiempo nos señalan por una parte la duración de las costumbres, que cada año nos ... invitan a repetir los mismos gestos y por otra, vamos detectando, año tras año, lo que se va perdiendo «poco a poco, como quien se desangra», que decía don Segundo Sombra, un personaje del poeta argentino Ricardo Güiraldes.
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Cuando llegan los días especiales, generalmente festivos, valoramos la permanencia de los ritos y costumbres que vuelven cada año y sentimos que todo es igual a como lo vivieron nuestros abuelos y nuestros padres, de tal manera que nos parece que estamos repitiendo los gestos ancestrales. Esa permanencia de tradiciones nos permite experimentar una especie de seguridad, una sensación de que las cosas están en su sitio.
En Granada, estos días de Setiembre son el tiempo propicio para renovar esas sensaciones e indudablemente la Virgen de las Angustias es el centro de esta espiral, que anima la estación del otoño. En ese templo abarrotado de los días de la novena, en las flores que se ofrecen a la Señora, como queriendo suavizar su profundo dolor ante su hijo que ha perdido la vida. El calendario que sitúa la fiesta de la Virgen ha tenido el acierto de hacer venerar una imagen con unas resonancias representativas que tienen unas raíces profundas…Fue la reina Isabel quien entregó el cuadro del «Descendimiento», obra de Francisco Chacón, pintor de la reina, de origen hispanoflamenco, que pusieron en la pequeña mezquita del Humilladero, convertida en un lugar cristiano. Curiosamente, con tantos edificios históricos que se han perdido en Granada, no deja de ser significativo que precisamente la primera capilla que albergó una escena tan cargada de sentido, siga en pie en el mismo lugar. Por allí han pasado desde entonces los labriegos cuando volvían de la Vega y allí crearon una Hermandad, como la que gestiona actualmente la llamada Asociación de Fieles y que existe todavía. Estamos hablando del año de 1545, como fecha de inicio.
Pero el otoño granadino nos trae otras reminiscencias. Como cuando vivíamos en una sociedad regida por las diversas labores agrícolas, o los ritmos de las estaciones, celebramos la recién acabada cosecha: probamos la primera harina del trigo nuevo en los panes y tortas recién hechos y saboreamos los frutos de la nueva estación. Es indispensable para nuestro otoño la presencia de esos alimentos en nuestras calles. Por un rato volvemos a ser campesinos, disfrutando de los frutos de la tierra. También paladeamos tas tradiciones, para sentirlas vivas y sentirnos nosotros también con ellas, tratando de no olvidar ciertos sabores, cargados de recuerdos, nuestros y de nuestros antepasados.
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Mientras tanto, lentamente van cambiando las cosas, se van perdiendo algunos gestos, casi sin darnos cuenta. Las calles por donde pasa la Virgen y bendice a sus hijos, están semi habitadas, pues se han hecho dueños los pisos turísticos de alquiler y los habitantes que quedan tienen que soportar numerosos contratiempos, de día y de noche. Pero eso es otro asunto, que tendrán que abordar las autoridades: que Granada siga siendo Granada. Nada más y no es poco.
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