La verdadera dictadura de nuestro siglo
«Una de las grandes mentiras de los charlatanes modernos es aquella de que la democratización de la opinión y la información iba a hacer más fuerte a la democracia misma. La realidad es que el acceso de todos a opinar de todo y a 'informar' de todo ha dado paso a que nadie relevante sea reconocido por su autoridad intelectual»
Una de las grandes mentiras de los charlatanes modernos es aquella de que la democratización de la opinión y la información iba a hacer más ... fuerte a la democracia misma. La realidad es que el acceso de todos a opinar de todo y a 'informar' de todo ha dado paso a que nadie relevante sea reconocido por su autoridad intelectual; y a eso contra lo que el gobierno quiere luchar, pero es uno de los mayores expertos: la propaganda de la mentira, que ahora los cursis llaman 'bulos'.
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Es evidente que sostener esta idea es muy poco correcto porque atenta contra ese principio sagrado de igualdad que ahora se ha pervertido hasta confundirse con la mediocridad más rastrera. La igualdad ciudadana tiene que basarse en la igual dignidad de todas las personas, incluso en la igualdad de oportunidades, pero nunca en la igualdad de resultados. Y esto se refleja en su versión más tóxica y peligrosa en la esfera pública, no solamente en la política. Ya no hablamos de la irrupción de los youtubers, influencers, tiktokers y demás explotaciones rentables de la gilipollez de cada uno, sino de la colección de palmeros y mamporreros políticos que se pasean por las tertulias sin ningún tipo de integridad moral o intelectual, y con el solo objetivo de blanquear hasta extremos indecentes toda la suciedad que desprenden los que les pagan o les colocan en esos sitios. Por eso los tradicionales librepensadores ya apenas existen, porque pocos se atreven a pensar y casi nadie a ser libre.
Últimamente vemos cada vez más informes de expertos alertando del efecto de las redes sociales en el cerebro y en las vidas de los más jóvenes. Claro que no son los únicos, porque esto de las redes sociales es la verdadera dictadura de nuestro siglo, el hábitat más hostil y combativo en el que crecer personas sanas y ciudadanos responsables. Por desgracia vamos camino de hacer del mundo real un rehén del mundo virtual, cuando debería de ser precisamente lo contrario.
Y aun sin saber cómo afrontar este desafío social y político tan grave hemos empezado con algo más peligroso, que llaman Inteligencia Artificial. No necesito ningún estudio para creer de manera bastante firme en el efecto polarizador y antidemocrático de las redes en aquellos que las consumen, y no digamos ya en los jóvenes que han empezado a educarse políticamente en selvas como tiktok.
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Otra cosa es que la izquierda autoritaria que padecemos utilice estos estudios para alertar de la extrema derechización de gran parte de la juventud. Lo que pasa es que este efecto no es solo por culpa de las redes sociales, sino como respuesta a ese burka ideológico que intentan imponernos con la excusa de la igualdad, del feminismo o del cambio climático. La resistencia de muchos jóvenes a esta pretensión solamente es amplificada y potenciada en el mundo virtual.
Pero no hace falta acudir a tuiter para encontrarnos la degradación de la esfera pública hasta límites impensables hace 20 años. Sin ir más lejos, hace pocos días Ione Belarra, esa mediocridad sectaria que es un peligro público para la convivencia y que incluso llegó a ser ministra, pidió en la tribuna del Congreso «reventar» a la derecha antes de que la derecha reventase el país. Este nivel oratorio, más propio de camisas pardas que de demócratas, supone un reflejo de la deriva de la izquierda española (bueno, en este caso más bien anti española) que provoca una evidente reacción en forma de apoyos y votos a la derecha de las botas. La inexistencia en la práctica de la socialdemocracia y la inutilidad absoluta del centrismo soplagaitas del Pepé, están llevando a este país al desastre sostenido y a la ingobernabilidad insostenible.
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