La papisa Juana
«No digo que existan pensadores o políticos que crean realmente en esto de la laicidad, pero desde el punto de vista filosófico, o incluso humanista, es muy complicado despojar al ser humano de su parte espiritual.»
Reconozco que la visión que tenía sobre el binomio política-religión hace 10 años tiene poco que ver con mi criterio actual. Porque cuando era ... aún más joven caí totalmente en esa trampa que muchos llaman «Estado laico» pero que la mayoría quiere decir «Estado anti cristiano». No digo que existan pensadores o políticos que crean realmente en esto de la laicidad, pero desde el punto de vista filosófico, o incluso humanista, es muy complicado despojar al ser humano de su parte espiritual. Porque una cosa es hacer leyes para que los obispos no nos impongan su catecismo en nuestra cama, y otra pretender que todo lo que haga el hombre esté aislado de sus creencias más íntimas.
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Suele pasar, siguiendo este hilo argumental, que las ideologías políticas que buscan borrar la religión de la vida pública- principalmente la izquierda del rencor- lo que pretenden como finalidad es imponer otra nueva religión, que sería la suya. Una especie de religión política que se viste de muchas cadenas maquilladas de bondad, como feminismo, igualdad o ecologismo. Por supuesto, todos estos monaguillos y cardenales de la izquierda «laica» son incapaces de enfrentarse por igual a todas las religiones, porque sienten un especial apego- o temor- por el islam, sobre todo como fórmula de atacar a las creencias de la derecha, como si el pilar cristiano de nuestra civilización y muchos de sus fundamentos que alimentaron el comienzo del sistema liberal-democrático fuesen de uso exclusivo de los meapilas voxistas y los fanáticos antiabortistas y homófobos.
Ahora, con la muerte del Papa, vemos un ejemplo en el pestiño de tertulianos de izquierdas criticando al cristianismo por ser una religión «machista, contra la mujer y homófoba». Y siendo esto algo de verdad, al menos los cardenales no obligan a lapidar a las adúlteras, a ponerse un velo a las mujeres ni cuelgan en una grúa a los gays. Digo yo que esto es un avance significativo a la hora de valorar «las religiones» y pedir que queden fuera de nuestras «escuelas». Otra cuestión distinta es cuando alumnos cerca de la edad de merecer convocan manifestaciones para defender el «derecho» de sus compañeras de clase musulmanas a ir con velo a la escuela. Se podría decir que es la típica estupidez irremediable de los infantes preadolescentes, pero va más allá de eso.
Precisamente, con esta agonía del Papa me encontré con una historia que es una especie de leyenda negra- o no- sobre la papisa Juana, que según cuentan fue una mujer que llegó al Papado engañando durante mucho tiempo a todos- hasta que la descubrieron, claro- y que a partir de entonces la Iglesia instituyó la costumbre de que el nuevo Papa elegido se sentara desnudo en una silla con un agujero en medio para que el encargado pudiese palpar que era realmente un hombre, no hace falta decir de qué manera. El cuento está al nivel de invención cómica de cualquier sesión del Senado de Chiquita de la Calzada, pero viene de muchos siglos atrás.
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Pero esta historia de impostura y de ridículo a la vez está en plena sintonía con la naturaleza de los tiempos que nos ha tocado vivir. Fijándome en una foto del traslado del ataúd papal, parecía como si todos los presentes en la multitud estuvieran haciendo el saludo fascista, pero con una diferencia: en la mano alzada tenían el móvil grabando. Sobre el Papa Francisco he leído artículos de todólogos diciendo que era un comunista que odiaba a España, como otros que aseguraban que era un católico rancio para nada de izquierdas, como para fiarse de los expertos. A lo largo de la vida, todos- o casi todos- acabamos en algún momento llamando a Dios. Confío en que si a alguno le responde, tenga el móvil a mano para grabar su voz.
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