Variante con rabo

Manuel Pedreira Romero

Viernes, 20 de octubre 2023, 23:01

Cuando descubrí de qué variante estábamos hablando ya era demasiado tarde. Y quedé peor que Cagancho en Almagro. Una cagada así ya no la levantaba ... ni la ceja enhiesta de Carleto en una rabiosa noche de remontada europea. Mi enteco prestigio fue arrasado de golpe por culpa de una desagraciada confusión semántica. La maldita riqueza de un idioma que igual designa al órgano sexual masculino con venticinco palabras distintas que otorga catorce significados diferentes a un mismo vocablo me dejó a los pies de los caballos.

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La cosa es que llevaba varios días con la mosca detrás de la oreja pero no vi venir el fiasco por mi inveterada costumbre de no ir más allá de los titulares, de no profundizar, de quedarme en la indolora superficie de las palabras sueltas. Pasé tres días escuchando a mi alrededor la palabra variante como quien oye llover y no sabe debajo de qué voladizo cobijarse. Variante por aquí, variante por allá. Variante necesaria, variante que está al caer, variante ansiada, variante insuficiente, carísima variante.

De variante en variante no tardé en desparramar mi pensamiento por las cebollitas, los pepinillos, las alcaparras y otras delicias gastronómicas sumergidas en vinagre para las que el diccionario reserva el nombre genérico de variante. La ardua controversia provincial de la semana versaba sobre esa palabra, un debate pertinente en especial cuando uno tiene el apetito como el parque de bomberos, abierto y dispuesto las 24 horas, así que destapé un tarro de cebollitas para ponerme en situación. Sin embargo, tanta insistencia me escamaba y más cuando cacé al vuelo que Loja, la capital del Poniente y cuna del Espadón, aparecía siempre atada al asunto variante. No veía la vinculación de la ciudad de los roscos con los encurtidos, pero de nuevo me pudo la dispersión mental y no tuve la precaución de indagar, de ir al fondo de la cuestión. Preferí ir hasta el fondo del plato y me serví una ración de alcaparras para olvidar que el mundo fue y será una porquería, como dijo el tango.

Fue entonces cuando escuché en la radio a un fulano despotricando por el desastroso AVE menguante de Granada (confieso que últimamente es leer o escuchar algo del AVE y quedarme dormido) y descubrí horrorizado que la variante de moda no tenía nada que ver con Bach ni con los pepinillos, sino con una nueva chapuza millonaria con nuestra provincia como protagonista y víctima. Me tragué cinco alcaparras de una tacada. Con su rabo.

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