Eres adoptada. Esas dos palabras me parecían la manera más directa y contundente de herir a mi hermana pequeña cuando la escalada bélica escalaba de ... verdad en aquel cuarto de los juguetes, que entonces era toda la casa. Por supuesto no era verdad, pero yo tenía dos años y un día cuando ella apareció en nuestras vidas y esa circunstancia temporal bastaba para otorgarle presunción de veracidad a todo lo que salía por mi boca. En ciertos asuntos, mi palabra era palabra de Dios, infalible como el papa. Mi hermana no era tonta y no se lo creía, pero yo insistía con lo de la adopción y hasta pergeñaba alocadas historias sobre por qué nos habíamos tenido que encargar de ella cuando sus verdaderos padres la abandonaron. Nunca picó. El tonto era yo.
Publicidad
Lo de ser adoptado constituía una cualidad más o menos atípica en el canon habitual de las familias. Nada que ver con las de ahora, afortunadamente multidisciplinares y polimórficas, y lo digo sin ironía. La adopción predisponía un cierto drama y al adoptado se le presuponía un pasado turbio hecho de abandonos, desarraigos y hospicios que olían a hospital. El origen auténtico del zagal daba para mucha conversación. «Fulanito es adoptado y no lo sabe». «A menganito se lo dijeron a los 12 años». Si había alguno en tu entorno, la cuestión se esquivaba, igual que a un manco no se le mira la manga vacía, o si acaso se le mira a escondidas.
A todos los hijos se les quiere sin reservas pero al adoptado, y escribo desde la ignorancia, aún más por esa dosis extra de lucha, incertidumbre y tiempo que se acumula en todo proceso de adopción. El adoptado es uno más, indiferenciable y pleno. Adquiere todos los derechos de un hijo natural. Los derechos y las obligaciones.
Desconocemos la peripecia vital, el drama íntimo y proceloso que esconde nuestro nuevo hijo adoptivo, de nombre Juan Manuel Moreno Bonilla, pero lo recibimos con los brazos abiertos. Desde la noche del jueves, los granadinos tenemos un nuevo hijo por obra y gracia de la Diputación. En estos casos, es usual que la adopción venga a reconocer unos méritos, a premiar unos logros específicos con el territorio que lo hagan merecedor de la adopción. No es el caso. O no lo es todavía. Nadie duda de que dentro de unos años, la labor del presidente de la Junta será mundialmente reconocida por todo el bien que procuró a la provincia de Granada. A otras provincias también, pero sobre todo a Granada, que ha hecho bien en adelantarse y conceder de manera preventiva la condición de hijo adoptivo a Juanma, igual que a Obama le dieron el Nobel de la Paz nada más aterrizar a la Casa Blanca, confundiendo la realidad y el deseo.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión