Esa mentira enlatada

Siempre me consideré enemigo del lugar común y libre del perogrullo pero ahora nado, llorando, en el mar de la simpleza

Manuel Pedreira Romero

Sábado, 1 de junio 2024, 00:07

Me he pasado la vida denostando a aquellos que hacen de cada verano el fin del mundo. Que nunca ha hecho tanto calor, dicen. Que ... antes por lo menos refrescaba por las noches. Que jamás había subido tanto el termómetro por estas fechas. Siempre cogen como rehén de su matraca a un viejo o una vieja que, desde la infalibilidad y la presunción de veracidad que le otorgan la profundidad de sus arrugas, aseguran que «en setenta años que llevo aquí nunca he visto nada igual». Como si los viejos no pudiesen exagerar para hacerse los interesantes o, simplemente, mentir para combatir el hastío que los acabará empujando a la tumba.

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Me he pasado la vida reprobando a esos compañeros de oficio que nos entretienen cada verano alertando de las altísimas temperaturas, de las inesperadas olas de calor y sus funestas consecuencias, de los peligros de salir a la calle en las horas centrales del día, aconsejando salir a pasear entre las tres y las cinco de la mañana y folletás por el estilo, anunciando solemnemente que cuando es verano no solo parece verano sino que es verano. Durante años he encabezado movimientos cívicos que reivindican las virtudes de la templanza y el error que supone designar a cada partido como el partido del siglo y a cada verano como el más caluroso de la historia de la humanidad.

Sucede que ahora, por alguna rendija puñetera, se me está colando la jodida percepción de que sí, de que es verdad, de que hace más calor que nunca, de que se nos viene encima un verano terrorífico. Y no me llega la camisa al cuerpo. En el fondo, lo que más me duele no es el calor extremo, nada que no pueda corregir mudándome a vivir bajo la rejilla del aire acondicionado, sino esa sutil quiebra en mi terca convicción de que el personal exagera tela y hace de cada lance un lance histórico. Me duele y me preocupa esa traición a mi cualidad desdeñosa por mucho que ahora las más altas traiciones puedan quedar camufladas, bendecidas y redefinidas como meros cambios de opinión. Yo antes no era así. Lo juro. Siempre me consideré enemigo del lugar común y libre del perogrullo pero ahora nado y braceo, llorando, en el mar de la simpleza y grito que es junio y hace calor, más calor que nunca, y que antes no era así, o no al menos no era un así tan así.

Los datos, esa mentira enlatada que mi padre cree a pies juntillas, dicen que el año pasado fue el segundo más caluroso de la historia, honor que le corresponde al anterior, algo que no tiene ningún mérito pues el verano de 2057 será mucho peor. Ya me lo dirán.

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