Memoria de Morante

Ha pasado casi una semana del suceso y no caben ya más reflexiones sobre el protagonista

Manuel Pedreira Romero

Viernes, 17 de octubre 2025, 23:30

Cuesta encontrar a alguien que recuerde qué estaba haciendo cuando se enteró de que un toro había matado a Manolete en Linares. Coadyudan a esa ... amnesia colectiva los 78 años que han transcurrido desde que Islero pasó a la historia y los previsibles fallos de memoria de quienes por entonces ya tenían uso de razón y aún permanecen en este mundo. Sí es más fácil dar con memoriosos que relatan cómo supieron que habían disparado a JFK en Dallas o quién era el vecino con televisor en cuyo salón vieron a Hermida narrar las andanzas de Armstrong por la superficie lunar. En este siglo ya resulta factible ubicar el lugar y el momento en el que nos enteramos de que una avioneta se había estrellado contra una de las torres gemelas de Manhattan (al rato supimos que no había sido una avioneta) o incluso en qué emisora de radio escuchamos que había comenzado el apocalipsis de los trenes de Madrid que cambió para siempre nuestra historia. Soy perfectamente capaz de recordar quién fue la primera persona que abracé cuando Iniesta clavó el Jabulani en la red holandesa de Johannesburgo, igual que conservo detalles accesorios de otros momentos inolvidables para lo bueno y para lo malo, universales o íntimos. Por eso sé que jamás olvidaré dónde estaba, con quién y haciendo qué cuando una llamada de teléfono me anunció que Morante acababa de cortarse la coleta en Las Ventas.

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A partir de ahora viene lo taurino. Si usted, amable lector, es detractor de la fiesta, comprenderé que abandone en este punto la columna y dedique el sábado a tareas más provechosas. Es lo que yo haría si estuviese en la otra orilla del río. Morante nos deja en una feliz orfandad a los aficionados a los toros, que hemos degustado la carrera de este torero, sobre todo estas últimas temporadas, con una mezcla de placer y estupefacción al ser testigos de la suma más completa de virtudes vista jamás sobre un ruedo. Comenzó como un torero artista y en tres décadas de carrera no ha dejado de agrandar su tauromaquia hasta adquirir las dimensiones de un gigante inalcanzable. Ha pasado casi una semana del suceso y no caben ya más reflexiones sobre el protagonista. Es grande la tentación de abandonarse y dejar correr el diccionario persiguiendo cada adjetivo hasta quedar sin aliento. No caeré en ella.

El faro de Morante ha alumbrado un tiempo oscuro para la fiesta y ha despertado en muchos jóvenes la curiosidad por conocer lo que ocurre dentro de una plaza. Solo por eso ya valió la pena el viaje asombroso del de La Puebla. Su final, ese gesto de cortarse la coleta sin anunciarlo después de desorejar a un toro en Las Ventas tras urdir por la mañana un festival por Antoñete, da la medida de su genio y convoca aquella reflexión de Yourcenar que viene a decir que cualquier momento de perfección contiene en sí mismo la palabra fin.

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