Disparar a lo loco

Lo que realmente molesta es que nos tomen por idiotas a los que se les puede engañar y manipular

Manuel Pedreira Romero

Jueves, 25 de septiembre 2025, 23:59

La cosa fue así. Conduje sin respetar ni una sola norma de tráfico. No bajé en ningún momento de 180, ni siquiera al atravesar los ... pueblos y las zonas escolares. Adelanté varias grupetas ciclistas dejando apenas diez centímetros entre el retrovisor y los manillares. Me demoré en trompos y derrapes varios. Asusté a todos los vehículos con los que me cruzaba. Incluso las vacas me miraron aterrorizadas al pasar por su lado. Y, como pueden sospechar, todo eso lo hice completamente borracho. Eso sí, no maté a nadie. Repito, no maté a nadie. Solo por eso, porque no dejé ninguna víctima mortal en mi chaladura, no hay por qué preocuparse ni montar ningún pollo ni crispar al personal.

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Digo todo esto porque la ministra Ana Redondo ha recurrido varias veces al argumento de que ninguna mujer ha sido asesinada por los fallos en las pulseras antimaltrato para defender su actuación en este asunto. «No ha sido para tanto», es la premisa que sobrevuela su defensa, la tesis que la exculpa de una cagada monumental que si no ha ayudado a engrosar la horrible lista de víctimas mortales de la violencia machista ha sido de puro milagro. O quizás todo es producto del cálculo de la ministra. La cagamos pero solo un poquito. La puntita nada más, no se nos vaya a morir nadie. A lo mejor por ahí se entiende mejor que la investigación que propone Yolanda Díaz para esclarecer lo ocurrido deba ser «pequeña». Del tamaño de su entendimiento, sospecho. Algo chiquitito, ououo.

Pienso en las mujeres maltratadas que durante meses han visto cómo la famosa pulsera no les servía de nada, con sus potenciales asesinos merodeándolas impunes, y estoy seguro de que la afirmación de la ministra («ninguna ha muerto») las habrá colmado de dicha y agradecimiento, hasta el punto de que si se la cruzan ahora por la calle correrán a abrazarla. Y en medio del abrazo, le susurrarán al oído «Gracias, Ana, mi exmarido manipuló la pulsera, entró en mi casa y pinchó la goma del gas, pero tranquila que no me he muerto todavía, así que gracias de nuevo, prenda». Las tecnologías fallan, justificó el Gobierno. Y no le falta razón. También fallan las personas. El problema no es el fallo. El problema es el de siempre: la mentira y la ocultación de la verdad. Lo que más molesta no es que algo falle y se busque una solución, porque somos humanos y las máquinas de cualquier tipo también fallan y hay que mejorarlas y arreglarlas si fallan. Lo que realmente molesta es que nos tomen por idiotas a los que se les puede engañar y manipular de una forma tan burda y descarada. Y esto vale también para los mazones de todos los colores que hubo ayer, que hay hoy y que habrá mañana.

Y ahora asómense a su ventana y disparen a lo loco. Si no matan a nadie, igual les condecoran.

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