En 2013 ya escribí un artículo avisando de lo que estaba pasando en el País Vasco y nada se ha hecho para evitar esta realidad, ... tan enfermiza y degradante. Ahora nos quejamos de ver a unos exterroristas dominando el relato y el pensamiento de una sociedad, envilecida, puesto que, de una forma u otra, gran parte de la sociedad, no percibe, como aberrante, a los de Bildu que, con los del PNV, dominan una comunidad, enferma moralmente. La gente, hipócritamente, se escandaliza de ver cómo, poco a poco, aumentan sus diputados, como si no supieran que, los causantes de esta situación, han sido el POSE y el PP, que no han parado de legitimar a estos personajes, carente de toda moral y sentido de la ética o la convivencia democrática. Por cobardía o falta de principios, los que debían contrarrestar su enorme desprecio por la vida y la convivencia, han hecho todo lo contrario: justificarlos, meterlos en las instituciones y hacerlos ricos. Sabían que, sin dinero ni protegidos por las instituciones, poco podrían hacer, pero durante 42 años la sociedad ha sido 'educada' en permitir la arrogancia del 'débil', mientras la mayoría, ha comprado unos objetivos faltos de principios y de dignidad. Por lo que vemos, hemos perdido el sentido de saber juzgar, corregir y, por tanto, de saber votar, de acuerdo a los principios constitucionales. Son muchos años sin mejorar, al contrario, empeorando y soportando una violencia, impropia de una democracia digna. Ver lo que dicen los votantes de los Bildu-etarras, nos da una idea de lo enfermos que están estos votantes. No tienen conciencia del mal ni del bien, al justificar el terrorismo, el asesinato y la vileza. Es pavoroso su racismo, es insultante su fanatismo, en una época, que se pensaba, que se habían avanzado en dignidad y justicia. Los partidos mayoritarios, es su día, no han sabido educar ni mejorar al ciudadano, como lo podemos ver los resultados de las recientes elecciones vascas; lo que nos da una idea en qué moral o en qué principios se mueve esta sociedad, a la que podemos calificar como poco racional o, como la calificaba, Ortega y Gasset, de hombres-masa, sin valores de individualidad o autonomía. Por lo tanto, es inevitable que surjan partidos que se mueven en el odio al diferente y que persistan en su deseada revolución trotskista-leninista.
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Pero, ¿por qué? ¿Cómo ha sucedido? Desde mi punto de vista, todo viene del desconcierto y de la anormalidad en la que estamos: la pérdida del sentido de la ética. Se ha perdido el deseo por obrar bien y lograr una conducta digna del hombre, pero, sobre todo, tiene mucho que ver con la deslealtad de los políticos que, por cobardía, han preferido consentir maldades antes que enfrentarse a minorías incapaces de entender la democracia y la convivencia. Sin sentido de la ética y de la moralidad, en las costumbres, es imposible atajar la corrupción sistémica y el envilecimiento. Es urgente comprender la necesidad de orientar al ciudadano en la ética, pues al homo sapiens no le queda más remedio que diseñar un mundo habitable y ser, por tanto, homo 'ethicus'. Estos partidos, que los ciudadanos están votando, no saben vivir en democracia, ni saben respetarse a sí mismo; ni están dispuesto a sufrir y a trabajar por el interés común. Los poderes del Estado no han comprendido que no se puede subvencionar el mal ni la indignidad. Por ser inteligentes, no nos podemos dejar gobernar por los deseos o los sentimientos; porque somos libres, estamos obligados a escoger, a juzgar y a elegir lo mejor. Es terrible, que los poderes públicos, no favorezcan opciones más dignas y racionales, por lo que la sociedad de masas no deja de aumentar.
En algunos territorios de España, el odio ha envenenado a una gran parte de la población; en esta tesitura, nada civilizatorio y convivencial puede surgir. Por el País Vasco entró el relativismo moral, que representa la eterna objeción a la pretensión de buscar racionalmente el contenido objetivo, no subjetivo, de la palabra «bueno». Las sociedades nunca han aceptado ni acogido a los asesinos, por lo que no es comprensible que, en el País Vasco, la gente haya aceptado determinadas conductas rechazables, por amorales. El relativismo moral, del todo vale, ha calado en este territorio y se acepta la moral a la carta, lo que implica que se condena, como represiva, a toda moral, mientras se aplaude el odiar al otro. Los terroristas se complacen en sus perversiones como forma de vivir y ser 'felices' para conseguir sus objetivos. Aparece, en las conductas de una gran parte de la población, la justificación de la violencia y se acepta al asesino y se le comprende. Así, la sociedad enferma, pues se aparta de la ética, de la moral y de la búsqueda de un ciudadano mejor. Este proceso se ha ido degradando, hasta tal punto, que, los que matan y justifican el asesinato, son aceptados, votados y alzados a los puestos de representación popular. Todo esto se ha conseguido mediante el terror, la violencia, la coacción y la estupidez de una clase política gobernante sin verdaderos principios y dejar hacer. Estamos en lo que Demócrates nos decía: «Todo está perdido, cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla».
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