Puerta Real

Trump: el regreso

La perplejidad europea y su parálisis continúan tras su llegada

Jueves, 27 de febrero 2025, 23:14

Las locuras trumpistas de hace cinco u ocho años parecían motivo para chiste, después quedó como una tormenta disipada, la pesadilla para no olvidar. Se ... olvidó. El regreso de Trump parece haber cogido a los líderes europeos —que, por lo que se ve, no son unos linces— fuera de juego, como un acontecimiento inverosímil que no veían venir, incluso cuando estaba ahí, después de que lo eligieran en noviembre. La perplejidad europea y su parálisis continúan tras la llegada del ogro.

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Un buen síntoma de la simpleza que reina entre los próceres europeos es la reacción de Sánchez ofreciéndose para liderar la oposición a Trump. Da la medida de la inanidad en que nos hemos instalado. A este hombre no le hemos oído todavía una posición ideológica digna de tal nombre, atisbado ningún carisma internacional ni más obsesión que oponerse a Ayuso (cada cual lucha con lo que considera a altura), y se ofrece para liderar contra Trump. Entre Ayuso y Trump hay (en la política mundial) alguna distancia, dejando a un lado que, pese a su sosera, Ayuso le gana una y otra vez.

El segundo advenimiento de Trump plantea problemas específicos (y novedosos) a Europa, sobre todo porque conviene hacerse a la idea de que no es un fenómeno transitorio, pues los americanos lo han elegido después de saber su desprecio a la democracia y su intento de dar un golpe de Estado tras su primer mandato. Ya sabían la barbaridad que perpetraban, no parece un error. Lo nunca visto desde la Segunda Guerra Mundial: optan por el enfrentamiento político con Europa Occidental.

Vuelve el aislacionismo, sin visión a largo plazo y que causa alguna extrañeza. Por lo que se entiende, plantea acentuar la hostilidad hacia China. ¿Cómo pensará combatir a la gran potencia emergente mientras quiere retirarse de los asuntos mundiales? También una superpotencia necesita que le echen una mano si se pone a competir. En todo caso, se abre un camino tenso que presenta rumbos impredecibles.

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El sistema de seguridad de Europa desde la Segunda Guerra Mundial está cuestionado seriamente. Europa ha podido ahorrar en seguridad, confiando en que a la hora de la verdad le sacasen las castañas del fuego los americanos. Si Estados Unidos comienza a ocuparse de China y Europa se le convierte en una cuestión de segundo orden —no sería de extrañar—, queda liquidado el sistema de seguridad europea construido en la guerra fría y que ha llegado hasta aquí. ¿Es posible levantar uno que sea netamente europeo? Se antoja difícil, porque, salvo en los países próximos a Rusia, no se advierten entusiasmos por alianzas militares, admitidos siempre de forma reticente, además de las dificultades de definir unos intereses estratégicos comunes y de evitar los escaqueos a la hora de financiar una acción militar.

También perjudicará a una política europea de defensa el gusto por verse como una especie de fuerza moral sin intereses propios. Seguramente sólo sirve para discursos internos, pero pesa en nuestras políticas exteriores.

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