Confundir las opiniones y los hechos es uno de los lastres que arrastramos. Lo advirtió Hanna Arendt. Hoy sigue siendo así, quizás incrementándose el peso ... de los equívocos.
Publicidad
Al dejar la presidencia de México, López Obrador ha asegurado que «durante su mandato no hubo problemas de violencia». Alguno hubo: 200.000 homicidios, más que en cualquier mandato anterior. Aunque parece que hay retroceso en los dos últimos años, subsiste el escabroso problema de violencia.
Es consustancial a un régimen populista la confusión en el relato –tomar las opiniones como certidumbres y hacerlas colar a fuerza de repetirlas–. Esto puede explicar también la disparatada tensión diplomática entre México y España, de la que esta vez no nos cabe culpabilizarnos. El desaire mexicano al no invitar al Rey a la toma de posesión de la nueva presidenta, arranca de la absurda petición que realizó López Obrador en 2019 pidiendo que «el Estado español admita su responsabilidad histórica» por las «ofensas» de la colonización de América «y ofrezca las disculpas y resarcimiento político que convenga».
La petición no tiene sentido, salvo desde la ignorancia histórica. Se refiere a hechos ocurridos hace varios siglos, abiertos a interpretaciones diversas. El indigenismo de 'la izquierda' mexicana imagina un pasado lineal que genera responsabilidades a resarcir 500 años después. La historia fue más compleja. En la conquista de México por Hernán Cortés participaron masivamente indígenas. Lo describió Octavio Paz: «La llegada de los españoles parece una liberación a los pueblos sometidos por los aztecas. Los diversos estados-ciudades se alían a los conquistadores o contemplan con indiferencia, cuando no con alegría, la caída de cada uno de sus rivales y en particular del más poderoso: Tenochtitlán».
Publicidad
El indigenismo, asumido por una población que desciende de españoles, actúa como un estandarte ideológico, pero creerse a pies juntillas las ficciones doctrinales y hacer de ellas un principio informador de la diplomacia resulta disparatado, lo mismo que tachar de 'neocolonialismo' las inversiones de empresas españolas realizadas en México las últimas décadas. Por supuesto, en la conquista y colonización de México hubo abusos, muchos cometidos por los ascendientes de los actuales mexicanos, no por quienes se quedaron en España, pero el proceso histórico tuvo una dinámica que resulta imposible juzgar con criterios actuales.
Suena a impostura el indigenismo de la población de origen español que dice sentirse heredera de los «pueblos originarios», que no suelen defender posturas de este tipo. De hecho, el Congreso Nacional Indígena de México calificó la petición de «una simulación» y exigió que dejasen de despojar la tierra a las comunidades indígenas.
Publicidad
El populismo indigenista no tiene necesariamente éxito. Más de la mitad de los mexicanos considera innecesaria la disculpa por la colonización. Quizás, comparten los desaires mexicanos los grupos españoles que han acudido a la toma de posesión: Sumar, Podemos y Bildu. Creerán que así muestran su desprecio a la monarquía española y comparten la ofensa a España. ¿Cabe estar con el gobierno y contra el gobierno? Los disparates ideológicos pueden con todo.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión