Cuando llega a nuestras vidas algún invento de las nuevas tecnologías lo acogemos con curiosidad, como un artefacto de interés, pero sin ser conscientes de ... la rapidez y profundidad con la que nos cambiará, creando nuevas situaciones que no tienen vuelta atrás. En un santiamén.
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Recuerden cuando hace sólo tres décadas apareció el móvil; fue recibido con interés por la comodidad que aportaba hablar por teléfono sin cable. Generaba algún entusiasmo, no expectativas. Pues bien, visto y no visto: hoy todo el mundo lo lleva y estamos comunicados permanentemente. Donde nos encontremos. Nos cambió por completo. Si por casualidad se nos olvida el móvil o se queda sin batería nos entra una suerte de angustia.
¿Hemos mejorado? Según se mire. Sabemos todo de todos al momento, pero hemos perdido tranquilidad, estamos en una especie de tensión permanente; si queremos garantizarnos un momento de relajo, tenemos que esforzarnos en prescindir del móvil… al que volveremos ansiosos.
Según telefónica, en 2024 el uso medio del móvil, en sus diversas utilidades, fue de 5 horas y 1 minuto por día. Una de cada tres personas lo mira más de cien veces al día y la media lo hace entre 50 y 80 veces. Estamos hiperconectados.
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Cuando hacia el año 2000 comenzaron a extenderse internet y el correo electrónico no podíamos suponer que en muy pocos años serían de uso generalizado, forma habitual de informarse y de comunicarse. De comprar. De reservar entradas. De contratar hoteles. De organizar un viaje. De enterarte qué tal es un bar o un restaurante. De todo.
Surgió un nuevo mundo sin que nadie lo advirtiese, ni lo avisara. Forzosamente nos tuvimos que adaptar a él, salvo los que ya han nacido en la nueva época y se las saben todas. Consuelo de tontos: les hubiera costado arreglarse hace medio siglo y tendrán dificultades para entender las películas de aquella época. O las considerarán, y nos considerarán, una antigualla. Como los soldados napoleónicos, los pterodáctilos, y las televisiones en blanco y negro.
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Entre las novedades que creíamos inocentes y que se harían cargo de nuestra vida ocupa un lugar señero el WatsHapp y demás instrumentos de las redes sociales. Nos pareció un logro divertido, práctico; lo sería, pero también un artificio capaz de invadirnos y cercarnos la vida con comunicaciones extemporáneas, grupales, vidriosas. Dicen que la palma se la llevan los grupos de padres de niños en escuelas y colegios, que consiguen amargar la existencia de profesores, niños y de los propios padres y madres, que de pronto se ven con capacidad de inmiscuirse en la educación de sus hijos a cargo de profesionales, que les ha caído buena.
La pluralidad de contactos en WatsHapp, de grupos familiares, amistades borrosas, contactos muy privados, grupos de amigos variopintos y demás circunstancias provocan que algunos sujetos tengan que vivir a la vez varias vidas, con distintas personalidades. Por eso los ves concentrados en el metro o en el autobús, mirando fijamente el móvil.
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Nadie lo vio venir.
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