Vista del incendio forestal este sábado, en Beade (Ourense). EFE/ Brais Lorenzo
La Zaranda

Verano en llamas

Una voz experta lo resume con firmeza: «Por cada euro invertido en prevención se ahorran cien en extinción».

Manuel Molina

Jaén

Sábado, 16 de agosto 2025, 23:56

La primavera nos trajo agua con verdor y agosto llegó como una bola de fuego. El calor se ha convertido en protagonista indeseado de este ... verano, esta columna se redacta a 40º C y el fuego acompaña, como su cómplice más fiel. Los paisajes no solo arden, también acusan. Según datos de la AEMET, este mes de agosto ha subido más de 2°C sobre la media del periodo de referencia, situando la temperatura media diaria en torno a los 27 °C, cifras inéditas en registros modernos. Este dato es importante para quienes desde los estudios de cuñadismo declaran que en verano siempre ha hecho esta calor. Esos números no solo expulsan el confort de nuestras casas: incendian paisajes, asfixian el descanso, oprimen el cuerpo y el ánimo, también se cobran vidas.

Publicidad

La culpa principal no está en el propio terreno, sino en la mano humana. La mayoría de incendios son provocados, ya sea por negligencias o por decisiones tan graves como la quema agrícola sin control ni responsabilidad, el abandono del suelo, antaño pastoreado, fiel a su lecho vegetal y hoy acumulado en herbazal seco, extiende la llama en un reguero destructor inmediato. Vándalos, especuladores y temibles ajustes de cuentas agropecuarios suman argumentos para descubrir que el 96% de los incendios tiene causa humana detrás. El campo vacío no solo arde: duele. Una voz experta lo resume con firmeza: «por cada euro invertido en prevención se ahorran cien en extinción», asegura el experto en incendios forestales, Federico Grillo. No es una frase más; es un alegato ético. Si ese euro se invierte en pastoreo controlado, en mantenimiento del monte, en cultura del fuego en primavera y no en técnica de extinción en agosto, entonces devolvemos al paisaje su sombra y aire fresco necesario, no una bomba latente de combustible vegetal.

La actual ola de fuego y sequía no puede leerse como «destino inevitable» o atávica, es, muy al contrario, una advertencia demasiado seria. Los incendios nos revelan el fracaso de la gestión y debemos repensar nuestro pacto con la tierra por encima de siglas y ausencias en el frente, en el puesto de mando de la extinción. No somos extraños al calor: nuestros olivos conocen el sol y la resistencia, aunque los queramos ahora regar y mantener sobre tierra yerma. Pero este horno no es natural, es síntomático. Este agosto, más que quejarnos deberíamos encender la reflexión, especialmente en quienes saben del asunto y quienes nos gobiernan. Sufrimos esta hoguera bajo un cielo que exhala carbón, pavesas y advertencias. Ojalá este verano que quema nuestros cuerpos también despierte nuestras conciencias. El especialista en incendios forestales, Víctor Resco, de la Universidad de Lleida, advierte que «si no cambiamos nuestra gestión del territorio, los incendios del futuro no serán una excepción: serán la norma». Y ya vamos tarde. También Rubén del Campo, de la AEMET advierte: «El calor extremo ya no es la excepción, es el nuevo clima de nuestros días». Sin lugar a dudas, esto es un infierno.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad