Olivares en el término municipal de Jaén. ASCENSIÓN CUBILLO
LA ZARANDA

Sostenibilidad sin renunciar a la tierra

Porque el futuro del olivar debe ser verde no solo por su follaje, sino por su compromiso con nuestra vida

MANUEL MOLINA

JAÉN

Sábado, 17 de mayo 2025, 23:32

Nuestro cultivo del olivar es un emblema del paisaje mediterráneo y el principal pilar económico de quienes habitamos el sur de Europa, un resfriado de ... este cultivo se convierte en gripe en muchos domicilios. Nos enfrentamos hoy a una encrucijada, adaptarse a los desafíos medioambientales sin ceder ante presiones que proponen cantos de sirena en la sustitución de árboles por proyectos energéticos, como las plantas solares. Si bien la transición energética es esencial, sacrificar tierras agrícolas fértiles por placas solares no parece el camino más sensato, incluso ni el más sostenible. Es posible —y necesario— encontrar una vía que combine productividad y conservación ambiental, sin que ello suponga una renuncia a la resiliencia climática. Recordemos que un olivar bien gestionado actúa como sumidero de carbono, frena la erosión del suelo, siempre y cuando una hierba no parezca la aparición del diablo, y preserva la biodiversidad. Según un estudio del Consejo Oleícola Internacional (COI), un olivar puede fijar hasta 5 toneladas de CO₂ por hectárea al año, lo que lo convierte en un aliado en la lucha contra el cambio climático.

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El futuro del olivar pasa por una agricultura regenerativa que recupere prácticas tradicionales enriquecidas con innovación tecnológica. La agricultura de precisión permite optimizar el riego, minimizar el uso de fertilizantes y fitosanitarios, y reducir la huella hídrica. En regiones con escasez de agua, como la nuestra –recordemos que venimos de un cultivo de secano– el riego deficitario controlado o el uso de sondas de humedad pueden marcar la diferencia entre sostenibilidad y agotamiento del recurso. A esto se suma la posibilidad de reutilizar residuos del propio cultivo, como hojas y podas, para producir compost, cerrando así ciclos de materia y energía. También es fundamental fomentar modelos de policultivo o de diversificación del paisaje agrario. Integrar setos, plantas aromáticas o corredores ecológicos en los olivares no solo favorece la fauna auxiliar (como insectos polinizadores o depredadores naturales de plagas), sino que mejora la resiliencia del ecosistema ante perturbaciones climáticas. Como afirma Vandana Shiva, «la biodiversidad no es un lujo, sino la base de la vida y de la sostenibilidad agrícola».

Por otro lado, renunciar a instalar plantas solares en terrenos de olivar no implica oponerse a la energía solar, sino exigir una planificación más justa y equilibrada. Las cubiertas de naves de aperos, márgenes de carreteras o terrenos marginales son espacios idóneos para ello sin comprometer la soberanía alimentaria. La tierra fértil no debe sacrificarse en nombre de una transición que debe ser ecológica también en términos de justicia territorial. El reto del olivar no es solo producir más, sino hacerlo mejor, con menos impacto y más valor añadido. Apostar por prácticas agroecológicas, certificaciones de sostenibilidad, canales cortos de comercialización y una revalorización del producto con ese sello. No se trata de elegir entre energía o alimentos, sino de reconciliar ambos desafíos desde una mirada integradora. Porque el futuro del olivar debe ser verde no solo por su follaje, sino por su compromiso con nuestra vida.

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