La Zaranda

Sobre las mentiras públicas

El impacto de la mentira en la política va más allá de las fronteras.

Manuel Molina

Sábado, 22 de julio 2023, 23:06

La política es un escenario donde convergen la verdad y la mentira, en una danza compleja que decide el curso de naciones y vidas. Seguramente, ... la mentira ha encontrado un hogar cómodo en este ámbito, erosionando la confianza pública y socavando los cimientos de la democracia. En un mundo donde la desinformación corre desenfrenada, es vital reflexionar sobre la relación entre la mentira y la política. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche advertía: «Convencerse uno mismo de una mentira es a veces más difícil que convencer a los demás». Esta perspectiva revela que los políticos que se enredan en un tejido de mentiras pueden atrapar y propagar ideas en una red de autoengaño, perdiendo la conexión con la realidad y sus propios principios o bien practicar la mentira con absoluto conocimiento y frialdad, pura demagogia.

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Otro filósofo, el británico Thomas Hobbes, en su obra Leviatán, destacó que la mentira política puede corroer la confianza que la sociedad deposita en sus líderes. Cuando los gobernantes mienten repetidamente, se crea una brecha insalvable entre ellos y los ciudadanos, causando un descontento que debilita los cimientos de la gobernabilidad. Sin embargo, ante ese hecho parece que el forofismo ideológico ha admitido y reproducido la mentira como parte de la política. Preocupante. No hay nada nuevo, ya lo advertía Jean-Jacques Rousseau, uno de los pensadores más destacados de la Ilustración, que advirtió sobre las consecuencias devastadoras de la mentira en la esfera política: «La política y la mentira son una sola y misma cosa». Esta apocalíptica sustentación resalta cómo la política, en su búsqueda del poder, puede perderse en un laberinto de engaños que alienan a la población y fomentan la desilusión o la apología.

El impacto de la mentira en la política va más allá de las fronteras. Hannah Arendt, filósofa alemana y política, aborda el asunto desde otra interesante perspectiva: «en un mundo de mentirosos, la verdad tiene poco valor y pierde su poder persuasivo». Cuando la mentira se normaliza, la verdad se convierte en una víctima silenciosa y los ciudadanos se enfrentan a una confusión desorientadora, sin una brújula moral clara que guía su toma de decisiones. Para mantener la democracia debemos resistirnos a aceptar la mentira como una práctica aceptable en la política. Es responsabilidad de los ciudadanos exigir transparencia y honestidad en sus líderes. Votar es una oportunidad. Combatir esta sombra que oscurece la verdad es un desafío crucial para construir sociedades más justas y transparentes en pleno siglo XXI. Aunque no olvidemos que existen políticos sinceros y farsantes en un porcentaje similar al resto de los ciudadanos, sirva como ejemplo una simple mirada a las redes sociales. El problema con la mentira de los políticos radica en que en el fondo nos molesta que nos tomen por tontos, pero también hay que señalar que algún personal se encuentra encantado en esa situación. Hemos visto una luz en alguna entrevista, el periodismo debería mantenerse como desenmascarador y no como un forofo más. Por favor, mientan menos.

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