La Zaranda

El pelo libre

Ya sabemos que el cabello es uno de nuestros principales rasgos de identidad.

Manuel Molina

Sábado, 21 de diciembre 2024, 23:25

Unos de los versos más logrados de la literatura española los escribió un soldado llamado Garcilaso de la Vega en el siglo XVI y trataban, ... con la influencia clásica italizanizante y neoplatónica, del cabello de una mujer: «y en tanto que el cabello, que en la vena/ del oro se escogió, con vuelo presto,/ por el hermoso cuello blanco, enhiesto,/ el viento mueve, esparce y desordena». Esa maravilla presenta una mujer rubia (canon ideal de la época) con un pelo largo y suelto. Todo lo contrario que un recuerdo ya lejano que recupero de mi abuela materna con una extraña y muy alargada melena blanca que de manera pausada iba enrollando en círculo (lo llamaban roete o rodete), para luego taparlo con un pañuelo negro que anudaba bajo la barbilla. Así quedaba anulada su personalidad y se generalizaba su imagen como viuda de por vida. Muchas mujeres lo reprodujeron sin plantearse que era una especie de castración mental y social. Consciente de ello procuró inculcar en sus nietas que aquello no era normal y no debían repetirlo.

Publicidad

El caso anterior me brotó tras la lectura de la obra La trenza, de la francesa Laetitia Colombani (1976) y compartir un foro literario, sobre todo con mujeres en el cual parte de las aportaciones incluyeron la relación que nuestra sociedad mantiene con el pelo, apuntando que aunque se ha producido un avance considerable sobre la gestión y presión sociocultural, que se ejerce sobre este elemento tan identitario de una persona y en especial de una mujer, aún existe una preocupante coacción a la hora de ser libre sobre si mostrarlo, cortarlo o raparlo. Ya sabemos que el cabello es uno de nuestros principales rasgos de identidad y por razones religiosas -las más- y algunas culturales se intenta que la mujer aparezca en público con el pelo recogido o cubierto en muchos casos; pocos casos masculinos conocemos, salvo los sijs. Se le priva así de que su mayor elemento distintivo y personal se ofrezca a la vista de todos. Recuerdo cortes de pelo sociales en mujeres hasta hace poco, como al realizar la primera comunión o al casarse. Cortado: recato y sumisión.

Pocas mujeres vemos rapadas y si las hallamos, seguramente en un porcentaje elevadísimo pensamos que padecen una enfermedad, casi siempre cáncer, y la alopecia, consecuencia de los tratamientos. Sin embargo, cada varón que pasa rapado a nuestro lado no nos llama siquiera la atención porque es 'normal' y ahora auténtica moda. Quizás ese sea el agravio que demuestra el statu quo de la cuestión capilar. Otro frente que se debe superar para alcanzar igualdad. No me extraña que existan quienes miran mal el poema garcilasiano que continúa alentando a las mujeres jóvenes a disfrutar la vida (carpe diem) antes de que las canas lleguen: «coged de vuestra alegre primavera/ el dulce fruto, antes que el tiempo airado/ cubra de nieve la hermosa cumbre». Mujeres libres y con un bello pelo suelto. Nos seguimos preguntando para qué sirve la poesía. Felices fiestas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad