Intentaré poner la pomada antes de la picadura en esta columna. Cuando el PSOE gobernaba en Andalucía con mayoría absoluta escribí sobre los peligros que ... esto suponía, puesto que con el paso del tiempo, con los años de gobierno, procuraba que se perdieran dos elementos básicos para ejercer aquello que se prometió antes de unas elecciones. Por una parte, se acaba en manos de quienes verdaderamente están por encima de la política, de aquellos que nunca vemos y manejan poder de decisión; y por otro lado, a medida que pasa el tiempo la supuesta careta que encubre los verdaderos presupuestos ideológicos de quienes llevan a cabo el gobierno se cae, en un ejercicio de optimismo proporcional a una realidad trampantojada. El poder se cree eterno en quien lo ha recibido de manera transitoria. Ya escribí de ese asunto cuando los socialistas en la idea de eternizarse en el poder ofrecían dádivas a su clientelismo.
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Ahora le toca al PP, al que observo en la misma actitud. Se pasa del esperanzador cambio que lleva al poder con el choque de la realidad. Hay que servir al amiguismo, a quien demanda aquel 'qué hay de lo mío'. Supongo lo gozoso de dar al que se cree conveniente, atenderlo. Por el camino entre la realidad y el deseo habrá Ábalos, Koldos y Cerdán, tramas Gürtel, Bárcenas y otros, que suelen esperar atrincherados en lo suyo, que es de todos. Este PP sin máscara se ha encontrado a gente muy cabreada a las puertas del Parlamento, enfermeras despedidas, denunciantes de falta de pediatras en ambulatorios o pacífica ciudadanía de Cazorla defendiendo un centro de salud en el casco urbano. Por cierto, desalojados con malos modos de la casa común andaluza, que no un cortijo. Y qué decir de la bajeza con la cual se deniegan dos grados universitarios a las universidades públicas de Jaén y Granada para dárselo a dos privadas. Amiguetes y sin máscara. En el parlamento no protestan ni taurinos, ni organizadores de procesiones 'turísticas'.
A quien está por encima del poder, leo en una cita del escritor Juan Madrid, se le reconoce su magnanimidad, a quienes están a ras de suelo, se le pide virtud. Esto no cambia, se maquilla, pero es así. Se queja el presidente Juanma Moreno, pegando una 'espantá', que hay marrullería en el parlamento andaluz. No sé si tiene noticia de sus compañeros en Madrid y sus modos. En un debate durante la Segunda República, el ministro Indalecio Prieto harto de los insultos de un diputado de la CEDA se llegó hasta su escaño y le endosó tal puñetazo que rodó varias filas hacia abajo. Eso era marrullería, lo de hoy día en el parlamento andaluz, es otra cosa. Tal vez la consecuencia de servir e ir sin máscara. Recuerden señores de la mayoría absoluta qué le decía a los victoriosos emperadores en su paseo honorífico un esclavo situado a su lado en el cortejo, 'recuerda que eres mortal'. Y el tiempo pasa.
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