La última columna de opinión que publiqué en este diario versaba sobre la victoria de la selección femenina de fútbol y la muestra de sus ... pechos por parte de Eva Amaral en un concierto, imagen que ilustraba tanto la edición de papel como la digital. Como siempre tengo por costumbre la compartí tal cual en la red Facebook para hacerla llegar a quienes no disponen del periódico. Utilicé la misma imagen que aparecía en IDEAL. De repente, noté algo extraño. Habían pasado varias horas y no había ninguna intereacción. En mi perfil se podía visualizar la entrada. Estoy acostumbrado a que cuando toco temas espinosos los amigos se retraen y no opinan, ni dicen nada, pero era un silencio demasiado sospechoso. Pido a varios familiares que entren con su perfil en el mío, pero no aparece mi entrada. Qué sutilidad de censura, ni siquiera avisa. Me hace creer que he publicado, pero no es visible para los demás. Dos tetas tenían la culpa.
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En un mundo cada vez más conectado, la censura emerge como una sombra inquietante sobre la libre expresión. Recordemos la importancia de defender la libertad de expresión en todas sus formas. La censura no solo limita la libertad individual, sino que también socava los fundamentos de la democracia. Cuando las voces son silenciadas, la sociedad pierde su capacidad de tomar decisiones informadas y debatir ideas importantes de manera abierta. Señalaba el psiquiatra americano Karl A. Menninger que «censurar lo que decimos o no decimos, lo que vemos o no vemos, lo que sabemos o no sabemos, oculta la verdad y perpetúa la ignorancia.». Añadiríamos que se intenta reconducir y planificar la ignorancia en un sentido, ocultar la verdad beneficia otros asuntos. En general, no se teme a la censura por su caso concreto, sino porque tememos que alguien más esté tomando decisiones sobre qué podemos ver y decir, leer y escribir. La censura plantea preguntas profundas sobre quién tiene el poder de decidir lo que es aceptable o no. Nos enfrentamos al dilema de si debemos permitir que otros regulen nuestra expresión y acceso a la información.
La censura a menudo proviene del miedo a ideas diferentes y opiniones desafiantes. La confianza en la propia posición y la apertura al diálogo son elementos clave para superar este miedo y fomentar una sociedad más tolerante. Sin embargo, en redes sociales como Facebook se muestran varios raseros de medida. No se pueden mostrar pechos femeninos, pero alguien me puede dejar un mensaje llamándome –con perdón- hijo de p… por pensar lo contrario, entre otras lindezas. Vaya, la balanza no parece equilibrada. ¿Qué censura es esa? Nadime Gordimer advertía: «La censura es el antídoto para la creatividad. Censurar obras de arte, literatura o cualquier forma de expresión es negar la diversidad de experiencias humanas.». Esa puede ser la clave, privarnos la oportunidad de explorar las complejidades de la experiencia humana y ver lo que opina el otro, el distinto. Eso sí, seguiremos opinando.
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