REDES
La Zaranda

Bolos serranos

Ese fue mi primer contacto con una práctica secular, ahora reconvertida con mimo y tesón en un deporte; el único deporte autóctono andaluz

Manuel Molina

Sábado, 24 de junio 2023, 23:01

Si realizo el ejercicio de mirar hacia atrás y recordar los primeros días de mi llegada a Cazorla, recupero una imagen extraña y desconocida hasta ... aquel momento, cuando caminaba disfrutando del otoño temprano que acompaña al joven Guadalquivir junto a la mítica Cerrada del Utrero. Allí observé por primera vez una especie de pradera rectangular y alargada, encajonada por unas tablas de madera desgastadas que la acotaban y en el centro tenía como una especie de loseta elevada. Sin lugar a dudas, aquello tenía una utilidad que desconocía. Como tengo natural inclinación a conocer todo aquello que ocurre en el medio natural, indagué y encontré una desconcertante respuesta: se trataba de una bolera. En mi desconocimiento no alcanzaba a entender que en aquel lugar se celebrara una competición de bolos. Son bolos serranos, me matizaron. Y ese fue mi primer contacto con una práctica secular, ahora reconvertida con mimo y tesón en un deporte; el único deporte autóctono andaluz.

Publicidad

Llegué a conocer a Santiago González Santoro, padre de uno de nuestros corresponsales de IDEAL, que fue uno de los eslabones más importantes para que no se perdiera esta original actividad. Natural de Orcera, donde se practicaba el juego, investigó y promocionó un entretenimiento propio de los serranos, que había quedado arrinconado en esta comarca tal, vez por el alejamiento geográfico. En determinados lugares se mantenía la práctica y era algo propio de los hombres. Otro eslabón que se ensambló con el anterior fue otro serrano, José Miguel Nieto Ojeda, presidente actual de la Federación andaluza de bolos serranos, cuya nomenclatura remite directamente a la relevancia alcanzada. Para que algo no desaparezca, alguien debe poner mucha dedicación y amor para ello, lo primero para conseguir transmitir a los demás la necesidad de practicar algo, mantenerlo; y lo segundo, para poder contrarrestar el sacrificio que supone en lo personal. Cada una de estas dos personas ha ayudado a que existan cientos de fichas federativas, que una cuarta parte correspondan a jóvenes y que entre ellas se encuentren cada vez más mujeres, en un deporte hasta hace muy poco exclusivamente masculino, como apuntábamos.

Documentos correspondientes al siglo XVII o del XVIII, como señala el historiador y campeón andaluz Daniel Moreno, ya citaban los bolos como juego en la Sierra de Segura, tal vez procedente de pobladores castellanos del norte. Al final han quedado varias modalidades (valle, sierra o mixto), según se juegue con uno o tres mingos, que son el objeto de madera que hay que alcanzar con el bolo. Nombre que remite a lo campestre con cierto desaire, como las Coplas de Mingo Revulgo o el personaje así llamado en el teatro del Siglo de Oro, siempre delatado como rústico. Los bolos abandonaron el tradicional tronco de enebro, que se tallaba bien, hasta el extendido hoy día de teflón. Justo donde viví unos veinte años se oía los fines de semana el chocar de bolos y mingos, en las tres boleras habilitadas para el juego entre La Iruela y Cazorla. Enhorabuena, boleros y boleras.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad