Con la Revolución Francesa surgen los males que hoy soportamos, en los que nada es verdad ni nada es respetable, una vez que convierten al ... pueblo en ejemplo y guía de las virtudes, que ni tienen ni puede ser la forma de mejorar, pues el ser humano es un animal con instintos, con deseos perentorios y con vicios, que deben ser controlados a través de normas superiores o referencias, que toda civilización debe tener, conocer y respetar. Ya Aristóteles desconfiaba: «Un montón de gente no es una república». Desde este engaño masivo que la Revolución francesa impone, surge la evidente degradación social a la que hoy se ha llegado, en la que el 'pueblo' no pierde ocasión de alejarse de la virtud, de la moral o, mejor, del humanismo cristiano, que forma al individuo y dota de capacidades para aprender, desde la creencia que solo desde el amor podemos mejorar y hacer el mundo más humano. Por el contrario, la revolución significa, lo que no se entiende su aprobación, odio, asesinatos, destrucción, robos, horror y violencia sin límites que cometen sin responsabilidad alguna, si consiguen triunfar, pero si fracasan no aceptan sus responsabilidades y no se sienten compungidos a aceptar sus acciones, pues lo hacen por 'bien del pueblo'; pero el pueblo, como conjunto, no pide que los enfrenten ni que tengan que matar o robar por unas ideas o personas. Hoy, los mismos franceses están desmontando las bondades del republicanismo. En la película sobre el genocidio de la Vendée ('Vencer o morir') se puede ver lo que fue aquel horror republicano, todo un precedente de la barbarie del comunismo y de nacionalsocialismo. Hoy se están comprobando los daños causados por las ideas de la revolución, que tanto horror y crueldad han causado a los pueblos del mundo. La visualización del daño que han hecho los republicanos al imponer la democracia a culturas, que ni la quieren ni la entienden ni es su forma de ver la vida. Lo que han hecho los republicanos, sobre todo, Francia y los Estados Unidos, junto con Inglaterra, en Irán, Irak, Libia y en gran parte de África, no tiene ni perdón ni justificación, pues, encima, han conseguido que nos odien más de lo razonable y que ha provocado el terrorismo islamita. El dominio colonial, de estas potencias, ha sido terrible y la descolonización ha dejado, a la gran mayoría de los países de África, expoliados, en la indigencia y la división más profunda, mientras sobreviven en la confusión de no saber en qué cultura o principios poder construir su futuro.
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María José Villaverde Rico tiene razón cuando nos dice que, «bajo su capa amable, el pensamiento republicano mantiene una fuerte desconfianza hacia el individuo y el ejercicio de la libertad y, por encima de todo, una profunda intolerancia». Esta autora, en su libro 'La Ilusión republicana. Ideales y mitos', destripa el legado republicano desmitificando muchas de sus ideas preconcebidas y llega a contradecir a teóricos republicanitas, como Pettit, Skinner, Pocock y otros; hasta llega a preguntarse si es una alternativa real a las democracias liberales. En parecidos términos se expresan Fernando Díaz y Alberto Carín, en su libro 'Contra la Revolución Francesa. Ni Libertad, ni Igualdad, ni Fraternidad', ya que las consecuencias fueron terribles por la violencia y el odio que emergen con estas ideas; al tiempo que desmitifican y ponen en evidencia las mentiras de la revolución, con sus idealismos y fanatismos racionalistas, acogidas con enormes complacencias por la nueva clase dirigente: la burguesía revolucionaria, que, el gran pintor Salvador Dalí, critica duramente. Como nos dice María Elvira Roca, en nombre y al grito de libertad se han cometido muchos desmanes, entre ellos la destrucción de los virreinatos, que eran una garantía para los indígenas. Con las nuevas repúblicas, en manos de la burguesía revolucionaria, explotadora, y ávidas de poder y riquezas, dejaron a los indígenas en la pobreza y la marginación, al expropiarles sus tierras, no exentas de racismo de corte anglosajón. El horror de la Revolución francesa la expresa Marcelo Gullo cuando nos habla de la barbarie de los republicanos, que nada tienen que envidiar a las que, más tarde, cometen los nazis y comunistas, en sus distintas revoluciones. Los franceses se convierten en los jueces de la hipocresía, desde sus principios de libertad, fraternidad e igualdad, mientras reprimen cualquier disidencia. M. Gullo nos introduce en ese mundo de las nuevas formas de comportarse, para eliminar a las poblaciones que se oponen a las nuevas ideas de los republicanos, desde su arrogancia y superioridad ideológica, con la que inician su andadura para el dominio social. Solo recordar algunas acciones del ejército francés, en la Vendée, para darnos una cuenta de lo que pueden hacer las ideas del republicanismo, infectadas de odio contra lo católico y los disidentes que, los generales franceses, llevaron a cabo para su exterminio, con no pocos actos de salvajismo: «Camaradas, entramos en un país insurrecto. Os doy la orden de entregar a las llamas todo lo que sea susceptible de ser quemado y pasar al filo de la bayoneta todo habitante que encontréis a vuestro paso». El mismo ministro de la Guerra, Lázaro Carnot, dice: «Es necesario masacrar a las mujeres para que no produzcan y a los niños porque serían los futuros rebeldes».
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