En defensa de España

Con la desesperante Reforma protestante de Lutero, pretendiendo mejorar los abusos de la Iglesia, aparece una de las más grandes atrocidades cometidas en Europa contra los campesinos, sobre todo, contra los católicos y contra España

Manuel E. Orozco Redondo

Domingo, 31 de marzo 2024, 23:05

Los pueblos, en general, han sabido reaccionar ante los abusos del poder o de los políticos, con más o menos suerte, ya que muchas de ... estas protestas las han utilizado, siempre, las clases privilegiadas en su beneficio. Los pueblos han buscado la forma de defenderse y de mejorar. Así sucedió en la Alta Edad Media, cuando los campesinos y la nobleza caballeresca, se pusieron de acuerdo para defenderse de las razias e invasiones de normandos y musulmanes a cambio de prestaciones de trabajos y protección. Así, Occidente ha ido solucionando los abusos, de los de siempre: los que no comprenden la miseria de los que dependen, sostienen y enriquecen.

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Con la desesperante Reforma protestante de Lutero, pretendiendo mejorar los abusos de la Iglesia, aparece una de las más grandes atrocidades cometidas en Europa contra los campesinos, sobre todo, contra los católicos y contra España. Los objetivos de la nobleza protestante de Alemania y los Países Bajos eran dos: quitarles las tierras a los campesinos católicos y, por otro lado, utilizar la religión protestante para luchar contra Calos V, su rey, y defensor de la 'Universitas Christiana', en busca de la unidad religiosa de Europa, en defensa de su reinado y el derecho de los campesinos católicos a seguir siendo católicos y que no les robaran sus tierras por medio de 'revoluciones', auspiciada por la nobleza protestante, intolerante e injusta. Su venganza y su forma de justificar sus acciones fue la de lanzar la 'leyenda negra' contra España, cuando la labor de España, tanto en Europa como en el continente americano, fue infinitamente mejor que la de Holanda, Inglaterra y los EE UU, que ejercieron violencia, racismo y genocidio. La diferencia, respecto a la forma normal de defensa, se rompe en España, cuando los mismos españoles no consideran su defensa, sino que se creen las mentiras que vierten sus enemigos. M. Gullo nos recuerda las 'maldades' de los protestantes y su fiel siervo, Lutero, que dice: «Todo el que pueda debe aplastarlos, degollarlos y ensartarlos, en secreto y abiertamente, lo mismo que se mata a un perro rabioso».

La represión del campesinado, ordenada por Lutero, le costó al pueblo alemán 130.000 vidas. Parecido fue lo que hicieron los holandeses. M. Gullo le dedica estas palabras a la 'pobrecita Holanda', defendiendo la labor de España: «La pobrecita Holanda que fundó un imperio basado en la esclavitud». A continuación, Jorge Abelardo Ramos dice de Holanda: «Holanda saqueó durante tres siglos Indonesia y no dejó ni un hijo, ni una iglesia, ni una cultura, ni una lengua en su secular explotación». El mismo J. Locke pasa como adalid de la tolerancia, cuando fue correa de transmisión de las ideas de los explotadores y genocidas de la nobleza inglesa, convencidos de ser la raza elegida por Dios, con derecho a explotar y eliminar a las razas inferiores: «El mejor indio es el indio muerto».

Pero llegamos al peor invento de Occidente, que sacraliza al pueblo, como el nuevo y poderoso 'Dios': la Revolución Francesa. Ganivet, siempre, despreció la revolución por ser funesta y cruel. La consecuencia de la Revolución francesa fue la llegada al poder de la burguesía revolucionaria, que manejó al pueblo de forma inmisericorde y explotadora. Los españoles se rinden ante estas ideas, que tanto nos han perjudicado. Ganivet rechaza la revolución: «La inmunda democracia es la responsable de esta farsa, y es la responsable de todo lo que ha venido después: socialismo, comunismo, anarquismo, etc.».

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La explotación burguesa del proletariado fue terrible y engendró miseria y crueldad, pero, al estar amparada por la 'democracia', surgida del pueblo, cúmulo de 'virtudes', se justifica todo. La insensibilidad con la que viven los burgueses es pavorosa, mientras exhiben su opulencia, sin ver la necesidad de reformas para mejorar la vida de sus explotados. Incompresiblemente, el concepto 'revolución' obtiene unánime complacencia y se impone a la reforma, cuando la revolución es un horror, que bien conocen los españoles y Europa. Solo ver lo que sucedió a partir de 1789 y, más tarde, con la revolución del 1917, es suficiente para rechazar tal concepto. Los franceses, a pesar de todo, saben defender a su nación, a diferencia de los españoles. En este sentido, podemos recordar acciones del ejército francés en la Vendée para darnos cuenta lo que pueden hacer las ideas del republicanismo, infectadas de superioridad y fanatismo popular. Los generales franceses, obedeciendo, ejecutaron crueldades sin cuento: «Camaradas, entramos en un país insurrecto. Os doy la orden de entregar a las llamas todo lo que sea susceptible de ser quemado y pasar al filo de la bayoneta todo habitante que encontréis a vuestro paso».

Por otro lado, la superioridad del republicanismo se traslada a América de la mano de los puritanos ingleses y norteamericanos, contra los indios. Veamos lo que dicen alguno de esos adalides de la tolerancia. George Washington definía a los 'pieles rojas' como «bestias salvajes del bosque», pero no se arredra cuando manda «arruinar sus cosechas en los campos e impedir que vuelvan a sembrar». No menos 'altruista' es Thomas Jefferson: «Debemos perseguir y exterminar a los indios o desplazarlos hacia nuevos asentamientos fuera de nuestro alcance».

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Lo triste de todo esto es que los españoles no hemos sabido defendernos de las falsedades y mentiras cuando la Hispanidad es la gran obra de España.

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