El socio con el carné número tres sigue fiel al equipo de la capital . L IDEAL

Una malísima salud de hierro (Fernando Arévalo dixit)

ANTONIO AGUDO MARTÍN Y ERNESTO MEDINA RINCÓN

Jaén

Sábado, 19 de diciembre 2020, 15:02

Antonio Agudo Martín

El 'chancletazo'

El Real Jaén, como dicen en mi pueblo, ha dado un 'chancletazo'. Un 'chancletazo' es la manera de expresar, que tienen mis paisanos, para señalar ... que se te ha caído, de golpe, la vejez encima. Un día antes se está lozano y rubicundo y al siguiente la senectud te carga de hombros y te hace fijo en la cola del 'sintrón'. Y es que al equipo de la capital, de esto sabe Ernesto Medina mucho más que yo, se le ha complicado lo de las transaminasas altas con las recetas y emplastes fallidos de los que se pusieron a dirigirlo. Tos, ahogo y esputos de alta viscosidad. El paciente está gravísimo. De UVI e intubación a sus 98 años de edad. Él que fue el adonis de las canchas españolas en su juventud mira con triste melancolía como otros jóvenes clubes gallean y sacan pecho por esas ligas de dios y fe inquebrantable de unas aficiones a prueba de balas.

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Pero la vida de los equipos de fútbol no es otra cosa que el reflejo de sus realidades sociales y a estas situaciones no se llega de repente. La famosa mala salud de hierro del Real Jaén está más que resentida, más que por los años, por los achaques de juntas directivas que le agravaron la artritis. Malas decisiones empresariales y políticas que han dejado su corazón encogido entre aortas y femorales que no llegan a regar con el oxígeno necesario todo el organismo.

Pero, ¡ojo!, que en cualquier momento puede llegar un donante de órganos y recuperar al añoso Real Jaén y que vuelva a recuperar su tono trotón y combativo por esos céspedes de España. Pero las peñas y los aficionados tienen el hocico quemado tras tantos anuncios de la llegada de mirlos blancos, sultanes de Brunei, empresarios millonetis y jeques de pacotilla que jamás llegaron a poner y a hacer lo prometido. Profetas, augures, magos, predicadores y expertos en sacar a flotes pecios y naufragios se marcharon. Las ampliaciones de capital y la autocartera fueron goles en propia puerta de un estadio, La Victoria, que huele a derrota definitiva si no se toman las decisiones adecuadas para que este venerable anciano de 98 años llegue a los 100 pasando de estar negro a ponerse morado Jaén. Que pueda dejar de pensar si la Ley de Eutanasia se la piensan aplicar antes de tiempo en sus carnes.

Ernesto Medina Rincón

Me duele el Real Jaén

Yo debería haber sido de la Generación del 98. Me duele España, la naturaleza, el idioma español, … y el Real Jaén. Tengo motivos variados. Egoístas: soy el socio número veintiocho -mi padre atesora con orgullo el tres- sin tiempo ni fuerzas para empezar otra carrera de antigüedad.

Emotivas: buena parte de mi vida está ligada a recuerdos futbolísticos del Jaén. El primer café con leche al que nos invitó el 'Jefe' a mi hermano Ismael y a mí una tarde de lluvia cerrada cuando le hubimos remontado un cero dos al Murcia en los quince últimos minutos con goles de Aramburu, Santi y Hopa. Al margen de la euforia, mi padre debía estar acojonado por la que le iba a caer con mi madre si nos poníamos malos por el dichoso fútbol. Universitario en Granada, llamaba sin monedas sólo para que en los dos segundos de cortesía antes de que se cortase la comunicación mis hermanos me dijeran escuetamente: «Hemos ganado; empate; perdimos».

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Finalmente, aduzco también razones políticas o socioeconómicas. La decadencia de la ciudad corre paralela al deterioro del club. Cuando la piqueta hubo derribado el Estadio de La Victoria para dejarle sitio a unos grandes almacenes impersonales y prescindibles, se constató una vez más que no importaba el ciudadano sino la especulación. Si habían muerto el teatro Cervantes, el Lis Palace o los edificios emblemáticos de la calle Ancha, un campo de fútbol en el centro de la ciudad al que se bajaba andando era un ultraje para los mercaderes. Presagiaba un ruinón en las afueras, mal construido, sin aparcamientos ni acceso, con un césped que no quieren ni las cabras. Lo que sobrevino en torno al tranvía ya estaba escrito por anticipado en el punto de penalti. Que los pintaron para fusilarnos a placer.

Hemos tenido en el club presidentes nefastos. Claro. Igual que casi todos los políticos que han regido nuestros destinos municipales o nos han representado -eso dicen, aunque yo no me lo creo- en la Junta o en Las Cortes.

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La azarosa vida del Real Jaén, y sus miserias, es la misma que el languidecimiento de una ciudad que se proclama capital mundial del aceite de oliva, pero sigue regalando sus plusvalías. Deseo que el Real Jaén cumpla cien años y más, porque su defunción profetizará que la ciudad morirá pronto. Convertida en una urbe fantasma, tendré que mudarme a tierra extraña. Donde no seré nadie.

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