Luna, la verdadera patriota
Huesos de aceituna ·
Ha llamado la atención sobre un impuesto en particular, alrededor del cual se han vertido tantas y tantas medias verdades y mentiras: el Impuesto de Sucesiones y DonacionesNo me gusta la palabra patriota. Es de esas que casi siempre se pronuncia como quien lanza una piedra contra la multitud de los que ... son considerados –por las razones más peregrinas– como lo contrario: antipatriotas. No es esa palabra preñada de honor y amor a una nación, tal y como la define la R.A.E.: conjunto de habitantes de un país, de un territorio concreto y con un origen común. Las personas que no reúnen los requisitos marcados por quienes la gritan marcando las venas del cuello no merecen la tierra que pisan. Pero la realidad es tozuda. Por lo general, a esos voceros sus compatriotas se las traen al pairo, tan solo les importa su propia libertad para expandir odio y comportarse como verdaderas bestias –con perdón para las bestias–, aunque tan solo sea de palabra.
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Y aun no sintiendo demasiada simpatía por el término, lo voy a utilizar en esta pieza para colocarlo en su verdadero lugar. En España, esta península 'mil leches' que ha gozado de tantísimas influencias a lo largo de la historia, que, en su día, sostuvo un imperio trasatlántico y que hoy forma parte muy activa de la Unión Europea, la palabra patriota no se circunscribe a su territorio actual, ni tan siquiera a sus 47 millones de habitantes. Quien así lo piensa, está herrado, está errado o ambas posiciones a la vez. Nuestro espíritu, la tradición de la que somos consecuencia, es transnacional y multicultural. Por más que aquellas cuatro décadas de nacionalcatolicismo nos torcieran el raciocinio, y la 'cultura' de las redes sociales del siglo XXI esté completando su defunción.
Pero fíjense que aún podemos encontrarnos con personas que nos recuerdan esa 'vieja' idea del compromiso con la sociedad de la que bebe el verdadero patriotismo. Como Luna, la cooperante de Cruz Roja que regaló la mejor medicina a una persona desvalida en cuerpo y alma: un abrazo. Allí estaba ella, con su chaleco rojo, intentando socorrer a varios de los miles de africanos –niños y jóvenes la mayoría– que se amontonaban en la playa de Ceuta, exhaustos y hundidos moralmente ante la cruda realidad de un sueño roto en mil pedazos. El chico de piel negra lloraba en soledad sentado en una roca. No necesitaba vendajes, ni pastillas, ni ropa, ni tan siquiera una manta. Tan solo precisaba del calor de una mano amiga, de la comprensión fraternal, de la mirada cómplice de un semejante. Nada mejor que el abrazo para fundir todo ello en un solo gesto. Y Luna se lo ofreció al migrante sin pensar que alguien la estaba fotografiando. Sin caer en la cuenta de que su gesto trascendería como lo ha hecho en los días posteriores. Reglándonos también, a todos y todas, esperanza en que la bondad arraiga con fuerza en esta sociedad.
Y, como Luna, cientos de soldados del Ejército español, miembros de la Guardia Civil y cooperantes de distintas ONG's, así como decenas de vecinos y vecinas de Ceuta, que no dudaron en echarse a la calle para ofrecer comida y ropa a esa marea humana, a la que horas antes 'ofertaron' desde Marruecos arriesgar su vida para arribar a un paraíso que resultó ser el infierno. Esa fue, precisamente, la imagen internacional de España por mucho que algunos intenten negarla: la de un país respetuoso con los Derechos Humanos, que socorre a quien lo necesita por muchas que sean las dificultades.
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Luego están los y las que piensan que patriotismo es llevar una pulserita con la bandera de tu país, así como que la «libertad es llevar una pulsera que ponga libertad», teoría 'a la madrileña' de la victoriosa Díaz Ayuso. Ahí se sitúan en este affaire José María Aznar, incontinente en la falacia y muy aplicado en eso de 'consejos vendo que para mí no tengo'; o su monaguillo en la Iglesia Aznariana –le robo el gag al Gran Wyoming– Pablo Casado. Increíble el giro copernicano de este último en 48 horas dependiendo si se levanta con el pie de estadista o con el de elefante en una cacharrería. Un día llama a Sánchez para prestarle su apoyo y al siguiente le muestra su desprecio en sede parlamentaria.
De la dictadura marroquí y de la extrema derecha al este lado del Estrecho –tanto monta, monta tanto–, y de la basura vertida en redes sociales por verdaderos canallas contra la propia Luna, por su gesto, y contra los inmigrantes dejados en el mar a su suerte, mejor me callo. 'Patriotas'.
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