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España a oscuras: un apagón, muchas lecciones

Desde hace tiempo, colectivos como No al Apagón venían advirtiendo de la fragilidad de nuestro sistema eléctrico

Llucia Pou Sabaté

Domingo, 4 de mayo 2025, 23:46

El 28 de abril de 2025 será recordado como el día en que España —y buena parte de la península ibérica— quedó literalmente a oscuras. ... Más de 60 millones de personas en España, Portugal, Andorra y zonas del sur de Francia sufrieron un apagón masivo que se prolongó durante más de diez horas, provocando un parón abrupto en la vida cotidiana. Aunque el caos parecía inevitable, lo que emergió no fue tanto una distopía eléctrica al estilo de Black Mirror, sino un curioso retrato de resiliencia, creatividad ciudadana y, paradójicamente, esperanza.

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Desde hace tiempo, colectivos como No al Apagón venían advirtiendo de la fragilidad de nuestro sistema eléctrico. Llevan más de dos años alertando sobre la falta de inversión, la excesiva dependencia de la tecnología, la escasa interconexión energética con el resto de Europa y la incapacidad de reaccionar ante un colapso súbito. Esta vez, el tiempo les dio la razón. El fallo no se debió a un ciberataque, un error humano o un evento meteorológico extremo, como aclaró la AEMET, sino a una pérdida súbita de 15 gigavatios —un 60 % del consumo de España en ese momento— que hizo colapsar la red eléctrica peninsular.

La «isla energética» ibérica: vulnerabilidad estructural

España y Portugal funcionan casi como una «isla energética», con apenas un 2 % de interconexión con Francia, muy por debajo del objetivo europeo del 15 % para 2030. Esta desconexión dificulta que, ante una caída del suministro, otros países puedan compensar rápidamente el déficit. Existen proyectos en marcha —como la interconexión submarina por el golfo de Vizcaya— pero su lentitud y complejidad burocrática hacen que soluciones reales sigan siendo una promesa a largo plazo.

Tecnología sí, pero con inteligencia humana

Uno de los datos que más ha llamado la atención es que los aviones continuaron operando con relativa normalidad. ¿Por qué? Porque la aviación, aunque altamente tecnológica, ha mantenido protocolos de respaldo, autonomía operativa y entrenamiento humano para escenarios críticos. A diferencia de otros sectores completamente digitalizados —y por tanto más vulnerables al colapso eléctrico—, la conjunción de inteligencia técnica y criterio humano permitió que los vuelos no se detuvieran. Es una lección clara: no basta con confiar en sistemas automáticos; necesitamos también capacidad de reacción humana, criterio técnico, formación y anticipación.

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El rostro humano del apagón: solidaridad y hasta fiesta

Pero si el apagón expuso debilidades estructurales, también iluminó fortalezas sociales. En otras latitudes, un evento así podría haber desencadenado el pánico, saqueos, caos urbano o colapso institucional. En España, sin embargo, se produjeron escenas sorprendentes: vecinos compartiendo velas, gente saliendo a las calles con guitarras, reuniones improvisadas bajo la luz de la luna, pequeños gestos de ayuda a los más vulnerables… y una ola de mensajes solidarios en redes sociales.

Artistas como Rozalén, Pastora Soler, India Martínez o Ana Guerra (que quedó atrapada en un tren) no dudaron en compartir con naturalidad lo que estaban viviendo, generando una sensación de cercanía y comunidad en medio del corte eléctrico. La cultura, incluso en la oscuridad, se hizo presente.

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Detrás de esas imágenes espontáneas hay algo más profundo: una sociedad que, pese a su autocrítica constante, es capaz de reaccionar ante la adversidad sin desmoronarse. A veces pensamos que somos un desastre colectivo, pero esta crisis ha demostrado todo lo contrario: somos más resilientes de lo que creemos.

¿Y ahora qué? Una oportunidad para el debate energético

El apagón ha desatado una fiebre por los productos de emergencia y por la autosuficiencia energética. Paneles solares, linternas de manivela, generadores, kits de supervivencia… la ciudadanía ha reaccionado con rapidez, entendiendo que estar preparados no es alarmismo, sino sensatez. Europa ya había recomendado tener en casa suministros para 72 horas, y ahora esa idea cobra más fuerza.

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Lo ocurrido debería impulsar una reflexión seria sobre nuestro modelo energético. No se trata solo de tecnología punta o de energías verdes: se trata de resiliencia, de previsión, de soberanía energética y, sobre todo, de poner la vida en el centro. Una red eléctrica no puede fallar como falló. Pero si lo hace, una sociedad madura debe poder resistirlo sin colapsar. Y en este apagón, pese a todo, España ha dado una pequeña lección de luz.

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