Literatura en nuestras calles

De Buenas Letras ·

La casa de los Mascarones del Albaicín, en la calle Pagés, donde vivió Soto de Rojas, queda algo escondida y nada recuerda a tan magnífico poeta

José Luis Martínez-Dueñas

Granada

Jueves, 24 de junio 2021, 01:41

Al pasear por nuestra ciudad, ocasionalmente vemos una lápida conmemorativa, una inscripción, sobre una fachada en la que se recuerda a alguien ilustre que habitó ... aquellos lares. Recientemente he podido comprobar que en la calle de Navas número 10 hay un pequeño azulejo que recuerda la presencia de Enriqueta Lozano; lamentablemente la finca está en obras y no sé lo que aguantará tan noble señal la fuerza de la impía piqueta. Hasta hace unos años podía admirarse en la calle Cuarto Real de Santo Domingo la lápida con busto en bajorrelieve en la fachada de la casa natal del escritor Baltasar Martínez Durán. Al ser demolida la casa, nada quedó de tal huella literaria. En una antigua bodega de la calle Párraga, con entrada también por Puentezuelas, había un azulejo que recordaba que allí habitó Teófilo Gautier, que por cierto un granadino olvidadizo decía: «Aquí vivió don Heraclio Fournier». En cualquier caso, tal local desapareció y no hay ni rastro de tal realidad del pasado, que yo sepa. En el Carmen de Matamoros se alojó John Dos Passos, según contaba él mismo, pero ni rastro de tal asunto para que el paseante se ilustre. No mencionaré nada respecto a los domicilios granadinos de Federico García Lorca, porque afortunadamente queda la referencia espléndida de la Huerta de San Vicente, pero alguna plaquita por el centro de la ciudad no estaría mal. La casa de los Mascarones del Albaicín, en la calle Pagés, donde vivió Soto de Rojas, queda algo escondida y nada recuerda a tan magnífico poeta. O en el número 8 de la calle Jesús y María, donde nació y vivió Francisco de Paula Valladar, también podría haber algo en recuerdo del autor fundador de la revista 'Alhambra'.

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Hay ciudades en las que este tipo de recuerdo se hace sistemáticamente, y con el mismo modelo, evitando así disonancias conmemorativas. Quizás, en una ciudad que aspira a ser capital de la cultura europea para dentro de diez años, algo así no vendría mal. Este proyecto lo ofreció nuestra Academia a una institución local hace varios años y seguimos sin respuesta; aunque, lejos de cualquier sospecha de protagonismo, lo que ha de quedar claro es que una ciudad tiene también un recuerdo en quienes vivieron y escribieron en ella, y dejaron sus letras no como recuerdo sino como testimonio vivo de la pasión de la razón. Menos mal que el azulejo con el poema de Luis Rosales, sigue en la plaza de igual nombre.

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