De todos los hitos del zapaterismo primitivo nos hemos olvidado de uno de los más importantes y que marcarían el triste devenir de este país ... hasta nuestros días: el fusilamiento de su abuelo, en la Guerra Civil, hasta tal punto de que lo usaría para justificar su ley de venganza llamada de la memoria histórica y compararse, a su vez, con una víctima del terrorismo. Ignoro si realmente el ahora comisionista de la narcodictadura venezolana de Maduro perpetró esa ley antitransición y anticonvivencia para reparar el honor de su abuelo o todo obedeció a algo más profundo y perdurable, como es reescribir el pasado a semejanza de las fantasías totalitarias de un partido. Bien es cierto que esto de los abuelos fusilados por Franco ha sido bastante rentable para hacer carrera política en la izquierda para muchos notables congresistas que sin el abuelo apenas sabrían dos o tres artículos de nuestra constitución, aunque sí la Internacional completa para cantar puño en alto.
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Hace algunos lustros se diagnosticaba la ignorancia de nuestra propia historia como uno de los males lectivos de los españoles. Desde entonces, hemos cambiado la patología de la ignorancia por la de alucinación falsaria de un socialismo que a partir de Zapatero se propuso que los españoles la única historia que tuviesen que saber fuera un compendio de falsedades y mentiras fabricadas ad hoc por historiadores y diversa fauna especialista prevaricadora que dibujasen una idílica II república derribada por la derecha fascista irredenta y acabasen enseñando el franquismo como una especie de genocidio perpetuo de casi 40 años bajo el mando de alguien peor que Hitler. Obviamente para disfrazar este revisionismo totalitario del pasado de algo honorable y democrático se escudaron en los derechos de muchos familiares que necesitaban encontrar a sus antepasados enterrados en cunetas. ¿Quién podría negarle el derecho a una hija o a una nieta de desenterrar a su abuelo o a su padre para darle digna sepultura? Empezaron por aquello y ya planean derrumbar la cruz del Valle de los Caídos después de profanar la tumba de Franco 45 años después de muerto.
Pero la ley de desmemoria ha sido tan efectiva que ha alcanzado hasta a su propio creador, y estos días estamos viendo el espectáculo grotesco de todo el PSOE defendiendo a Largo Caballero y a Indalecio Prieto como unos grandes demócratas antifascistas que, ciertamente, nunca fueron. La ignorancia de la propia historia es tan supina que hasta celebraron hace poco el aniversario de Besteiro –el único socialista decente en la II República– denunciando que murió asesinado por los nacionales cuando de lo que murió fue de una enfermedad en la cárcel. El propio Besteiro debería de estar revolviéndose en su propia tumba escuchando como manoseaba su memoria ese sanchista que está en un ministerio y cuya única hazaña fue ser maletero una madrugada en Barajas de una delincuente internacional procedente de Venezuela.
Claro que este PSOE ignorante de sí mismo y de todo no se detiene con la manipulación de los suyos, sino que también abrazan a Clara Campoamor para sus operaciones de marketing. Hay que recordar que esta política pionera del feminismo acabó huyendo de la zona republicana por miedo a que la matase el Frente Popular. En estos momentos tan absolutamente críticos para nuestro país lo último que necesitamos es meternos en un debate político con la historia como arma para arrojarnos unos a otros a la cabeza común. El legado del PSOE de la II república no es un ejemplo de virtud democrática ni patriota, como no lo fue casi ningún partido y casi ningún político de entonces. No nos distraigamos debatiendo sobre todo el mal que hizo Largo Caballero, porque nuestro principal y real problema es otro Largo que está vivo y en la Moncloa: Sánchez Caballero.
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