PUERTA REAL

El ladrillo en la cisterna

Se cumplió el vaticinio de Alfonso Guerra y a España ya no la conoce ni la medre que la parió

ESTEBAN DE LAS HERAS BALBás

Sábado, 12 de noviembre 2022, 22:35

La primera sequía postfranquista, que ya no se apellidaba 'pertinaz', vino a principios de los años ochenta. A alguien se le ocurrió que una manera ... de ahorrar agua era meter un ladrillo en la cisterna del váter. La idea caló en los colegios, los profesores aleccionaron a los alumnos y en los edificios en construcción los maestros de obras tuvieron que soportar oleadas de niños que se acercaban a pedir un ladrillo, o los afanaban de los palés que llegaban de Bailén. Las criaturas creyeron que estaban salvando el planeta. Luego, en las vacaciones de verano, comprobaron que los habían engañado cuando vieron cómo se malgastaban millones de litros regando campos de golf en las costas del Sur y de Levante con temperaturas de más de cuarenta grados. Lo del ladrillo fue una monumental estafa a aquellos inocentes, que a partir de entonces cubrieron su alma con la dura piel del escepticismo. Vinieron más sequías y nacieron más niños.

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También vino al mundo Greta Thunberg, una muchacha sueca que parecía haber sido amamantada con leche de almendra amarga y destetada con la miel silvestre de los profetas del Antiguo Testamento. Greta alertaba sobre inminentes catástrofes ambientales, que dejarían irreconocible al planeta Tierra. Los medios de comunicación la jalearon hasta convertirla en un icono verde-ecologista y la joven se lo creyó. Este año, la lideresa ambiental se ha hecho la sueca –ya lo era de nacimiento, pero ahora deconvicción– y no ha querido ir a la Cumbre del Clima que se celebra en Egipto ya que por fin ha comprobado que aquello es una comedia cínica y falaz, que básicamente consiste en firmar acuerdos con el propósito firme de no cumplirlos, pura fanfarria de declaraciones altisonantes en papel mojado. Sirve para tan poco que ni China, ni India ni Rusia han enviado a sus representantes.

Para más 'inri', los que sí han ido llegaron en avión, cuyas emisiones contribuyen en buena parte al efecto invernadero. Como apunta uno de los muchos memes que circulan por Internet «han ido 800 jets privados a Egipto a decirte que tú vayas en bicicleta al trabajo porque te estás cargando el planeta».Hasta allí fue también Sánchez con el Falcon. Y se hizo la foto de rigor con toda la peña en la ciudad balneario de Sharm el Sheikh. Algo dijo Pedro o alguna promesa hizo sobre el cambio climático, porque le aplaudieron. Ya se sabe que esas cosas siempre agradan al público oyente y presente, aunque sean pura agua de borrajas. Luego regresó, pero no porque la BBC acosara y acusara al ministro español del Interior en el asunto de las decenas de muertes ocurridas en el asalto a las vallas de Melilla en junio, que colea desde entonces. Ni tampoco influyó en su vuelta la programada visita a Baza para inaugurar la autopista eléctrica de Pepe Entrena. Volvió porque tenía entre manos otro cambio mucho más importante que el climático.

Su presencia era obligada ya que, en la metamorfosis que está llevando a cabo en el Estado de Derecho, tocaba anunciar la reforma del Código Penal para eliminar el delito de sedición. Mientras los independentistas descorchan el cava, han saltado algunas alarmas, pero el dócil rebaño patrio apenas dice ni mu. Se cumplió el vaticinio de Guerra y a España ya no la conoce ni la madre que la parió. Nadie como Sánchez para darle la vuelta a una ley cual si fuera una tortilla de patatas. Y está claro que entiende de cocina: «donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible». Lo malo es que hay chuletones más duros que aquel inocente ladrillo en la cisterna.

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