Puerta Purchena

Volver

«Yo, que he pasado muchas horas en los aeropuertos debido a mi predilección por viajar en avión, sintonizo fácilmente con la ansiedad que debió de afectarles tantas horas de espera»

Juan Teruel

Periodista

Viernes, 5 de abril 2024, 23:18

Volver es un verbo que conjugamos muchas veces a lo largo de nuestra vida. No siempre celebrando el acontecimiento, ya que hay regresos que nos ... devuelven a una realidad incómoda, si no peor. Por ejemplo, Volver a tener una enfermedad. De todos modos, tengo para mí que, en la mayoría de los casos, el volver es algo que alegra nuestro corazón. Incluso cuando se vuelve de una actividad placentera, como puede ser un viaje. Y es que el hogar conlleva recuperar la normalidad que se echa en falta. Además de que, en la mayoría de las ocasiones, nuestra casa es algo que uno ha ido enriqueciendo con el tiempo. Sin aludir al componente emocional positivo que para todos tiene el hogar. Es verdad también que el volver significa enfrentarse a los problemas cotidianos, algunos más pesados que otros.

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Dicho esto, pocas veces se desea la vuelta con tantas ganas como las que tenían unos pasajeros a los que se les anunciaba el regreso a su tierra para una hora y finalmente emprendieron su viaje de vuelta ocho horas después. Eso ocurrió en el aeropuerto de Almería, según nos contó el martes Nerea Escámez. Entre medias, varios anuncios de vuelos que no 'acertaron' en su predicción. Y, por si fuera poco, los sufrientes aspirantes a viajeros eran personas del Imserso, gente que, por edad, merecerían un trato mejor.

Los afectados pertenecían a un grupo de gallegos que habían elegido Almería para disfrutar de unas cortas vacaciones. Supongo que se iban satisfechos por los indudables atractivos que esta tierra tiene, pero no hubiera yo deseado que la incidencia desagradable que padecieron señale como inolvidable su paso por aquí. Aunque estoy seguro de que ellos sabrán diferenciar entre el trato recibido de nosotros y la falta de formalidad de la compañía aérea correspondiente. Y espero que esa última comida que recibieron en el aeropuerto estuviera a la altura de las circunstancias.

Yo, que he pasado muchas horas en los aeropuertos debido a mi predilección por viajar en avión, sintonizo fácilmente con la ansiedad que debió de afectarles tantas horas de espera. Lo peor es, según señala uno de los pasajeros, la falta de información que padecieron durante esas largas ocho horas. En una situación parecida me vi yo, aunque por menos tiempo, esperando la salida de un vuelo entre Paris y una ciudad alemana. No había ni un solo lugar para informarse, ni personal que supiera algo sobre lo que retrasó nuestro vuelo. Además del mío, había otros vuelos suspendidos y cualquier empleado al que preguntaras te respondía lo mismo: 'no se sabe'. Nunca antes había sentido tanta sensación de abandono. Nadie explicó cuál había sido la incidencia que provocó aquel caos en un aeropuerto tan prestigioso.

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Supongo que, sobre este retraso que comento, se sabrán al final las razones. Pero yo puedo adelantar sin mucho riesgo a equivocarme que todo tiene que ver con la contratación de servicios de menor coste, que es la fórmula para dar a las personas mayores la posibilidad de viajar. Y, desde luego, espero que las cosas se hagan mejor en el futuro.

El beneficio de estos viajes es innegable. Así que, contando incluso con estos desajustes, espero que el programa del Imserso se siga llevando a cabo. Pero cuidando de que hechos así no se repitan.

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