Jabalina
«Estos animales, muy propios de entornos salvajes en cuyo marco han desarrollado unas condiciones físicas nada comunes para luchar contra sus competidores, pululan hoy por espacios desde hace mucho ocupados por asentamientos humanos»
Hace unos años, un título como el que lleva esta columna haría pensar que el contenido de la misma iba a versar sobre alguna prueba ... atlética en la que se hubiera, tal vez, batido un récord o algo parecido. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: voy a hablar de una madre jabalina que apareció el otro día por la Universidad de Almería. No iba ella sola; llevaba consigo una manada de pequeños jabatos –otra vez que uno se equivoca si piensa en gente bien dotada físicamente-, que la seguían con la docilidad que los hijos pequeños siguen a sus madres. La estampa, así descrita, mueve a un sentimiento de simpatía. Resulta incluso bonita y muy fotogénica. Lo único es que no se corresponde con un paisaje urbano, como es el de nuestra universidad.
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Ya supondrá usted la extrañeza de los universitarios al ver aparecer por unos lugares por los que suelen circular sólo los que han superado el bachiller y la selectividad, se llame como se llame. Claro que, puestos a jugar con el humor, podríamos atribuirle a esta visitante insólita una clara intención de adoctrinamiento a sus descendientes. Algo así como quien advierte a su prole: 'si sois buenos estudiantes, algún día podréis venir por aquí para conseguir una titulación universitaria'. O tal vez: 'si los responsables de nuestro desmedido crecimiento poblacional no lo evitan, algún día podremos circular libremente por estos lugares, porque ya no habrá humanos'.
Estos animales, muy propios de entornos salvajes en cuyo marco han desarrollado unas condiciones físicas nada comunes para luchar contra sus competidores, pululan hoy por espacios desde hace mucho ocupados por asentamientos humanos. Mire usted que yo hago lo posible por ser cada día más amante de la naturaleza (debe de ser cosa de la edad). Y que, en mi condición de ser humano, me hago cada vez más sensible a las necesidades de esas criaturas que –incluso en ocasiones- llegan a darnos lecciones de buenas actitudes respecto al entorno y a otros animales.
Pero es que estas bestias –tómelo sin mala intención- se aparean y multiplican como si siguieran a rajatabla uno de las pasajes más conocidos de la Biblia. De modo que los espacios que se les asignaron en su día se les han quedado pequeños, como escasos han resultado los recursos alimentarios con los que se encontraron en su día. Así que no les queda otra que salir de su entorno primitivo y explorar espacios donde se pueda obtener algo que echarse a la boca. También donde sea fácil instruir a la prole sobre los modos de conseguirlos con el menor esfuerzo. No se les plantea el que sus incursiones en áreas urbanas puedan causar temor. Ni les preocupa que algunas actitudes irresponsables pudieran provocar incidentes graves en los que siempre serían los humanos los que saldrían perdiendo. Tampoco podría atribuírseles el conocimiento de ciertas conductas humanas que, rozando la ingenuidad más absoluta, motivaran la compasión solidaria de unos estudiantes que pensaran en las necesidades nutricionales de unos pequeños a los que acucia el hambre.
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Todo ello porque ha hecho más calor de la cuenta y porque las instalaciones de la UAL están próximas a la zona residencial de esos jabalíes. También, porque tiramos muchos alimentos que están para comérselos.
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