El Involucionista

Por mí y por todos mis compañeros

«Me veo en el monte cogiendo plantas medicinales cual druida para prepararme mis propias pócimas con las que atender las dolencias de mi cuerpo serrano y de este modo no hacerle perder el tiempo al médico de urgencia para que me recete una pomada»

Juan Sánchez

Almería

Lunes, 3 de marzo 2025, 23:02

Tengo muchos defectos y, quizá, muy pocas virtudes, pero una de ellas es que no conozco en mi comportamiento, en mi proceder, en mi forma ... de ser el significado de la palabra egoísmo. Sin embargo, me da que como sigan las cosas por los derroteros que van cogiendo le voy a dar acomodo en mi particular diccionario vital. Este puente he tenido ocasión de reflexionar y saben que siempre tiro hacia lo particular, hacia mis propias experiencias. El empirismo es lo mío.

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¿Qué mejor lugar para dar rienda suelta al pensamiento que Córdoba? Sí, por entre sus calles, sus monumentos y sus gentes mi mente comenzó a hacer de las suyas y todo por culpa de una infección de la piel, que ha sido la culpable de que rememorase otros tiempos en los que, como vengo argumentando desde el principio de esta tribuna, para mí siempre fueron mejores y se lo he demostrado con numerosos ejemplos. Hoy el enésimo.

Antes de iniciar el viaje, con la que me soporta y el heredero, el jueves por la noche fui a la farmacia. Precisaba que me dispensaran la crema que en honrosas ocasiones me veo en la necesidad de aplicarme para combatir la infección generada en la parte externa de la nariz por culpa de un puñetero resfriado. Y la primera en la frente. La farmacéutica no me la despachó alegando que le podían multar por ser un antibiótico y no portar receta. De niño iba a la farmacia a por amoxicilina y si no llevabas la autorización del médico el mancebo te suministraba la caja de sobres con la única condición de que en unos días regresaras con el papelito. Pero eso ya no funciona, en su lugar me vendió, para desgracia de mi bolsillo, un aceite ozonizado capaz de hacer frente, según la profesional de farmacia, a cualquier erupción cutánea, dar respuesta a uñas encarnadas, como en su caso, y hasta erradicar la caspa. Vamos, como no llevaba la bata puesta por la hora de cierre que era, les juraría que ante mí tenía a uno de esos charlatanes de antaño que vociferaban en la plaza del pueblo las bonanzas de su milagroso elixir.

Una estafa en toda regla. Hasta el domingo a mediodía me estuve aplicando el reseñado aceite con el que únicamente lograba abrillantar las fosas nasales. A tenor de que la cita médica más próxima para mi especialista de familia era para dentro de quince días, me vi en la necesidad de acudir a urgencias del centro de salud de Benahadux una vez retornado de la mágica ciudad. Al acceder a la consulta y tras disculparme con la doctora allí presente por mi particular urgencia, ésta me dijo que no me preocupara y que, efectivamente, precisaba de una crema antibiótica para combatir la infección, que eso no podía continuar ni un minuto más sin tratamiento. Receta electrónica al canto fui a la farmacia de guardia y retiré la pomada, cuatro veces más barata que el aceite ozonizado.

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La verdad es que obviando la pandemia, donde frecuenté un servicio sanitario tres veces para que me inyectaran las dosis correspondientes para hacer frente al Covid, al médico no suelo ir casi nunca. Desde que decidí dejarme el tratamiento de la alergia para evitar estamparme con el coche, es que no preciso del especialista de familia para nada. Da cierto coraje que por culpa de la mala praxis de otros paguemos el pato el resto. Que tuve que desempolvar la tarjeta médica y pegarle un salivazo al chip para que el ordenador del centro de salud advirtiera de su existencia. Pero da igual, otros van a la farmacia como el que va al mercado, con el carro de la compra para montarse su particular botica en casa cada semana. No niego que si precisan un tratamiento se lo den, pero ni calvo ni con tres pelucas. Por culpa del disparado gasto farmacéutico desde las diferentes administraciones sanitarias se argumentan historias de lo más variopintas para ponernos a los ciudadanos más barreras y condicionantes de acceso a la medicina. Antaño los avances en esta ciencia eran para extenderlos por la sociedad para su propio beneficio y ahora lo que se busca es frenar esta expansión universal. ¿De verdad estamos evolucionando? Es que me veo en el monte cogiendo plantas medicinales cual druida para prepararme mis propias pócimas con las que atender las dolencias de mi cuerpo serrano y de este modo no hacerle perder el tiempo al médico de urgencia para que me recete una pomada. Es que no tiene ni pies ni cabeza. En otros tiempos me habrían echado del centro de salud alegando que no se mi iba a caer la nariz a trozos, que vaya urgencia la mía, sin embargo, ahora es el protocolo a seguir. ¡Qué triste!

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