La poesía escrita bajo circunstancias terribles es un impulso vital de pervivencia que trasciende el mero instinto de supervivencia. Hay, en esta poesía que nace ... de la tragedia de sobrevivir bajo la amenaza de un final inminente, un hálito de grandeza humana ante la proximidad de una muerte segura, sólo aplazada por el azar o el capricho de los verdugos.
Publicidad
El pasado siete de diciembre se cumplieron 80 años de la detención, y posterior traslado a prisión, de Albrecht Haushofer. Fue compañero de estudios geopolíticos de Rudolf Hess y seguidor de Hitler, a quienes visitó a menudo en la cárcel tras el 'Putsch' de la cervecería. Su padre, uno de los principales ideólogos del principio del 'Lebensraum' (espacio vital) y mentor del Führer, estaba casado, sin embargo, con una 'medio judía'. Hess llegó a facilitarle a Haushofer un Certificado de Sangre Germánica, en 1933, pero esto no le salvó, tras ser promulgadas las Leyes de Nürenberg, de ser clasificado como 'Mischling', o híbrido, por tener un cuarto de ascendencia judía. Sólo las personas de sangre cien por cien alemana podían ser considerados ciudadanos del Reich.
A pesar de una vida acomodada, al amparo del régimen nazi, su sensibilidad política le acercó a la Resistencia alemana. Fue intermediario, si no el inspirador, del loco vuelo de Hess para pactar la paz con Francia e Inglaterra en 1941. Tras ello, pasó varias semanas en la cárcel y fue sometido a vigilancia de la Gestapo. Años más tarde, Hitler sobrevivió al atentado en la Guarida del Lobo, el 20 de julio de 1944. Tras el fracaso del complot, planificado y ejecutado por el coronel del Estado Mayor de la Wehrmacht y jefe del Ejército de Reserva, Claus von Stauffenberg, el militar y otros conspiradores, alrededor de doscientas personas en total, fueron capturados y fusilados esa misma noche.
Haushofer se dio por perdido y se escondió hasta su detención. Recluido en la cárcel de Moabit durante casi cinco meses, fue asesinado de un tiro en la nuca por un comando de las SS. Su cadáver fue encontrado días después por su hermano Heinz, gracias a las indicaciones de un joven comunista, Herbert Kosney, uno de los prisioneros que logró salvar la vida. Heinz encontró entre su ropa cinco folios ensangrentados con los ochenta sonetos que Albrecht escribió a la espera de su ejecución. En el soneto XXXIX, traducido con nitidez por Jesús Munárriz, escribe: «A mí mismo me acuso dentro del corazón:/ engañé a mi conciencia durante mucho tiempo,// (…) Y ahora sé que he sido culpable». Quince días después Hitler se pega un tiro en la sien.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión