Bueno, no sé si es la política, el cambio climático o la madre que parió a Hipócrates que ya no le hacen caso a lo ... que le recomendó a los médicos. El caso es que, en general, estamos padeciendo con resignación una desatención, fundamentalmente primaria, cuando requerimos el auxilio de un galeno para cualquier eventualidad. Pedir una cita se ha convertido en una pesadilla que puede durarte un mes, con Lexatin. En la mayoría de las ocasiones suelen proponerte una cita, presencial o telefónica, con tu médico o sustituto, en quince días. Con lo cual es posible que te quedes sin medicamentos o, simplemente, que hayas palmado.
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En esta situación anómala no puedo, por menos, que recordar a aquellos médicos de cabecera que iban a tu casa con el maletín en la mano donde portaba un fonendo, un tensiómetro de mercurio y algún otro instrumento, simplemente, porque sufrías una infección de amígdalas; y tras observar la garganta con un palito de fina madera te solían recetar pocas medicinas y más remedios caseros. El médico de cabecera se ha perdido y con él hemos perdido también nosotros, sencillamente porque nos hemos quedado huérfanos. No es porque no venga a casa, es que nos cuesta trabajo verlo o escucharlo vía telefónica.
En una de mis entrevistas, para IDEAL, al magistral y admirado catedrático de psiquiatría don Luis Rojas, me manifestó algo que sigo meditando y que echo en falta en algunas ocasiones: en medicina lo primero que hay que aplicar es humanidad y, si es necesario,algún fármaco. Humanidad, si humanidad, comprensión con los pacientes independientemente de que el sistema no funcione.
Tenemos unos profesionales de la medicina excelentes, quizá habría que pedirles, a algunos, algo de paciencia en su trato con los pacientes. Sabemos del agobio y el colapso,pero mientras tanto es recomendable tratar al doliente, al enfermo,al necesitado, no solo por el simbolismo del juramento hipocratico, también por humanidad que algunos maestros enseñaron en las facultades de medicina.
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