Tengo una «nieta» –perra Labradora- que se llama 'Lola' que tiene hambre a todas horas y ese apetito insaciable le hace comerse hasta los calcetines ... de mis adorables nietos carnales. Después los devuelve, pero triturados. Muy digeridos. Inservibles.
Publicidad
Cuando padecimos la pesadilla del maligno virus –que como el apagón misterioso desconocemos su origen– y después del ritual de aplaudir como monos en los balcones en aquel 'Resistiré' interminable, entrada la noche, observábamos cómo mamá jabalí y su piara trataban de rebuscar en los contenedores de basura algún alimento para subsistir.
Que bajen del monte y busquen comida entre los desperdicios de los humanos –porque aún siguen golismeando alrededor de los contenedores– es que hay hambre. Ahora les ha dado por bajar a la playa, probablemente, buscando algún sobrante de comida dominguera. En la Sierra Norte de Madrid el lobo ibérico está haciendo estragos en los rebaños de los ganaderos de la zona. No solo se alimenta el lobo y la manada, los buitres negros comparten la captura de ovejas o becerros, ante la impotencia de los granjeros que no disponen de fórmulas legales para combatir estos ataques que afectan, lógicamente, a su economía y productividad. Los conejos –¡ay, San Isidro!– son avaramente devastadores. ¿Y las 700 gallinas de Torrevieja por las calles y plazas en busca de un grano que llevarse al pico? Hambre animal siempre hubo, cuando se contaban chascarrillos de los cochinos de Ballesteros de Maracena o los gatos de doña Lola de Motril.
Lo mismo está ocurriendo con las cabras salvajes de Jérica, el pueblo de Castellón que tiene censados a más de un millar de estos animales que buscan comida, desesperadamente, saltando de tejado en tejado. Los parroquianos que viven acongojados les llaman «las cabras voladoras», aunque por su actitud, lo lógico sería llamarlas «las cabras locas» porque no es muy racional buscar alimento entre tejas y tendederos. Hay hambre. En Barcelona, tan popularmente conocida no solo por la maravillosa Sagrada Familia de Antonio Gaudí y por las bandas, a mano de navaja, se han unido las gaviotas, que ahora se dedican a sisar marisco y arroz de la paella que pretenden degustar los turistas. Es una forma de espantar la masificación de visitantes de muchas ciudades, que viven de ellos. Y no hablemos de las ratas, no. Me recuerdan al 'Tío Ratero', que se alimentaba de ellas en la obra de Delibes. Algún día nos comerán ellas a nosotros, estoy seguro. Porque están al acecho.
Publicidad
Es terrible lo de las orcas. Pero las orcas tienen comida de sobra. Llevamos algún tiempo que les ha dado por «atacar» a embarcaciones y podrían hacerlo con bañistas. Aunque las autoridades marítimas han advertido del peligro que podrían originar estos cetáceos lo más prudente será, si navegamos, gritar desde proa con un salvavidas -a lo Rodrigo de Triana - las verdades del barquero. Yo he utilizado la piscina para refrescarme el «corpore», aunque con la precaución de evitar algún excremento (vulgo mojón) que ha sido el reto viral de este verano. «Dita sea».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión