En mis primeros acercamientos al periodismo escrito una de las frases que se oían en las redacciones, cuando alguien tenía alguna duda ortográfica, era: «Consulta ... en el espabila burros». El 'espabila burros' eran, sencillamente, los tomos editados de la A a la Z por la Real Academia de la Lengua que no faltaban en ningún periódico.
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Rufián, según el diccionario, se trata de una persona sin honor, perversa y despreciable. No, no me refiero a su señoría el diputado Gabriel Rufián, político español qué milita en Esquerra Republicana que se adentra, como original docente, a dirigir a los españoles a que aprendan catalán a través de Google. No es muy pedagógico el consejo. Aunque se trata del 'espabila burros' actual, existen otros traductores más modernos e incluso la IA, que te facilitan hablar en chino mandarín. En mi tierna juventud tuve una relación amorosa con una chica de cerrado acento catalán –natural de Olot–. Su objetivo era ser actriz y su deseo aprender a castellanizar el español porque se lo exigía la profesión. En nuestras horas de ociosidad traté de ayudarle en esa difícil tarea. Algo se consiguió, porque no hay nada más efectivo que el boca a boca. Nunca hablamos de política, ambos pensábamos que era una pérdida de tiempo. Un día para halagarla le dije: «No puc viure sense tu» –No puedo vivir sin te–. Y me respondió: «No me hables en catalán porque no voy a perder el acento». Lo importante era disfrazar el acento, que cosas Rufián. A los andaluces nos ocurría igual teníamos que hacer un gran esfuerzo para evitar el ceceo si queríamos trabajar en la radio, en televisión, cine o teatro. Lo suyo era hablar el perfecto castellano vallisoletano. Hoy el acento es importante, lo dice Lola Flores en la 'tele' reencarnada por la inteligencia artificial en un spot de Cruzcampo, la cerveza más castigada por la parroquia en las redes. Ayer, por cierto, me bebí una Cruzcampo de grifo y me pareció excelentemente acentuada. Tan excelente como mantener el español con diferentes acentos. Pero lo que quiere Rufián es cooficializar el lenguaje catalán en España y en Europa que es una forma de reconocer la independencia a través de una lengua propia. Por ahora, en Bruselas, no quieren oír hablar del asunto por mucha persistencia política que intenta lograrlo; y no es por el catalán sino por la cantidad de lenguas dentro del continente que aspiran a lo mismo, lo que generaría una 'Torre de Babel' de enorme complejidad, pese a que la Carta Europea de las Lenguas Regionales contempla la colaboración de la UE para la protección de los lenguajes minoritarios. Imponer la lengua catalana puede ser contraproducente, tanto en Cataluña como en el resto de España, señoría Rufián. Lo de señoría siempre me sonó a lenguaje inclusivo y mire usted que es antiguo. Qué yo recuerde no había nacido Irene Montero cuando ya se decía lo de señoría. Mientras buscamos la manera más fácil de aprender catalán, independientemente de Google, le dejo una frase de Joaquín Sabina –poeta libre y cantante por la gracia de Dios– : «Estoy radicalmente en contra de que alguien quiera hacer una patria más pequeñita, teniendo una tan grande».
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