Arúspice Roig

Juan Roig, el jefe de Mercadona, ha cumplido un sueño inaugurando en su Valencia natal el Roig Arena, un coliseo multiusos en el que ha ... invertido unos 400 millones. No todo es supermercado. Roig fue vidente cuando anunció que en 2050 cocinar en casa sería un ritual arcaico. No va muy descaminado el empresario –a quien le tengo especial simpatía por el ejemplar trato de respeto y dignidad a sus trabajadores– porque cada día son las personas, fundamentalmente mayores, las que deciden comprar los alimentos elaborados en supermercados o establecimientos de comidas para llevar.

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La generación Z se ha comido todas las croquetas y albóndigas de las abuelas, los filetes empanados con patatas fritas de sus madres y la paella que bordaban sus padres los domingos y fiestas de guardar. Mantener esos cuerpos en desarrollo, tanto en el hombre como en la mujer, no era fácil y surgieron como moscas las franquicias de hamburgueserías y pizzerías que al margen de la calidad del producto, para ellos es un tentempié que empapa lo que haga falta, porque que la noche es joven. Las generaciones novatas, salvo honrosas excepciones, no han pisado ni sienten ningún estímulo para asomarse a una cocina, aprender, desarrollar viejas recetas y superarlas si cabe para disfrute de su gente.

En cuanto a los mayores, por una u otra razón, se observa cierta pereza a la hora de aviar el puchero nuestro de cada día. A través de las televisiones vemos, con tristeza y frustración, la ausencia de gente en los tradicionales mercados municipales de abastecimiento de cualquier ciudad, sorprendentemente, repletos de carnes, pescados, hortalizas, embutidos, quesos y semillas. Muchas veces me pregunto de qué vivirán, al vacío, estos tenderos que mantienen una tradición milenaria injustamente despreciada.

Y esa pereza la han aprovechado lícitamente –como comentaba– los grandes almacenes, supermercados y establecimientos de barrio que suelen elaborar diariamente variadas opciones gastronómicas a gusto de los parroquianos.

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Así que, poco a poco, se irán apagando en los hogares fogones, cocinas de gas o de inducción hasta que pasados veinticinco años estarán esos armatostes fríos como

un témpano. Esa glaciación en la cocina hogareña es la que ha dirigido a la humanidad hispana el augur Juan Roig, apoyado en concienzudos estudios de marketing, supongo. De momento, para hoy tengo previsto cocinar una sopa sevillana –«in memoriam» del Restaurante Bar Sevilla– cargada de nuestras especies de la Costa, que tendría malafollá que, por un error de cálculo u otro apagón energético, se enfríen las cocinas antes de tiempo.

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