Pepe 'El Tomillero' se muestra consternado en el primer aniversario de la DANA que enlutó Valencia y España. El duelo no solo es por el ... recuerdo de aquel 29 de marzo. También lo es por la tristeza moral que sobrevino después, cuando el ruido político se impuso al silencio respetuoso de las víctimas. Pepe, hombre de campo y de palabra, no entiende de siglas ni de discursos huecos. Entiende de pérdidas, de barro hasta las rodillas, de vecinos que se ayudan sin preguntar. Por eso, un año después, le duele más la falta de decencia que la lluvia.
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Aquel día el cielo se abrió en canal y el agua arrasó vidas, casas y esperanzas. Pero pronto, cuando aún se rescataban cuerpos y se recogían muebles embarrados, llegaron ellos, los de siempre. Políticos con séquito de cámaras, promesas y abrazos impostados. Los que se enfundan el chaleco de emergencia solo cuando hay micrófonos cerca hicieron discursos entre ruinas, hablaron de reconstrucción, de compromiso y empezaron a mentir y a ocultar pruebas. Pepe lo recuerda bien. Recuerda los enfrentamientos en los platós y que mientras los pueblos seguían sin luz; cómo unos culpaban a otros de falta de previsión y cómo ninguno admitía errores. En lugar de asumir responsabilidades, los que las tenían se dedicaron a manipular los hechos según convenía al relato que decían hoy y cambiaban mañana.
Hoy, un año después, los mismos que entonces lloraban ante las cámaras, acusan a los otros de mentir. Y, sin embargo, callan sus propias mentiras, las disfrazan, las justifican o las entierran bajo toneladas de argumentarios.
No hay mayor falta de humanidad que esconderse tras las siglas, como el tal Mazón, parapetado en su partido, un PP convertido ahora en tribu que solo defiende lo suyo, incapaz de mirar, en este tema, más allá del interés electoral, echando balones fuera, acusando a oytos y escondiendo cosas tan sencillas como responder a la pregunta ¿Dónde c… estaba Mazón?
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La política debería ser servicio, no refugio. Pero hay quien la convierte en un escenario de vanidades en el que se cambia de versión, se manipulan cifras y se culpa al adversario. Hoy dice una cosa, mañana lo contrario. Todo depende de cómo sople el viento de las encuestas. La coherencia, la palabra dada, la vergüenza, son valores que parecen extinguidos. Lo que importa es sobrevivir al siguiente titular, al próximo debate, a la siguiente campaña.
Pepe ve pasar la historia y siente vergüenza ajena. Mientras riega sus tomillos y contempla las cicatrices que la riada dejó en la tierra, se pregunta qué clase de país se construye con tanta mentira. Porque un pueblo puede sobreponerse a una catástrofe natural, pero no a la deshonestidad. El agua se retira, el barro se limpia, pero el descrédito cala más hondo y deja manchas imposibles de borrar, aunque hay intereses que mueven montañas por encima del dolor, que aún persiste y no solo por los que se fueron, sino porque también se perdió la confianza, la esperanza, la fe en que, alguna vez, diga la verdad sin calcular su rentabilidad política. Pepe no espera milagros, pero sí respeto. Respeto por la gente sencilla que paga los impuestos, que vota con ilusión y que, cuando todo se derrumba, es la primera en arrimar el hombro.
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La DANA fue una tragedia meteorológica. Lo que vino después, la tormenta de cinismo, la lluvia de excusas, el viento de la hipocresía, ha sido una tragedia moral y de esas, lamentablemente, no se recupera un país en un año.
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