Falsas redenciones
«Decir que una mujer debe aguantar la violencia, en nombre de la cruz de Cristo, es una blasfemia, una caricatura del mensaje del Evangelio»
¿Todo sufrimiento es redentor? ¿No hay límites para decir «basta»? Lanzo estas preguntas porque son, en ocasiones, la piedra de toque y la burla ... con la que se ha atacado al cristianismo desde los dos últimos siglos. Expresiones como 'poner la otra mejilla' o decir que 'Dios te lo ha mandado' son afirmaciones que, aunque técnicamente no son falsas, sí pueden convertirse en veneno sacadas fuera de contexto.
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Imagínense, por un momento, una señora que lleva casada toda la vida con su esposo. Este sujeto es una persona amable y trabajadora de cara a la galería. Pero, al cruzar el dintel de su casa, muestra su verdadero rosto: un maltratador psicológico que nunca le levantó la mano a su esposa e hijos, pero que nunca se cansó de abofetearlos con humillaciones y vejaciones verbales. Es el maltrato invisible.
Cuando se le pregunta a la esposa por qué sigue con él, se limita a decir: «A este mundo hemos venido a sufrir, como el Señor. Yo le ofrezco mi sufrimiento»… Da miedo la contestación. Pero la pregunta, con el Catecismo en la mano, es si tiene razón o no. Y la respuesta es que «¡no!». La fe católica no enseña un masoquismo espiritual ni tampoco justifica la violencia o la injusticia en nombre de la cruz. De hecho, el difunto Papa Francisco declaró con vehemencia que «decir que una mujer, o cualquier ser humano, debe aguantar la violencia, en nombre de la cruz de Cristo, es una blasfemia, una caricatura del mensaje del Evangelio» (Homilía, 25.XI.2016, Jornada contra la violencia hacia la mujer). Por lo tanto, la persona tiene derecho y deber moral de defenderse y de huir de esa situación. Así lo recoge de diferentes maneras el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 1929–1930; 2263–2265).
Ahora bien, ¿qué tipo de sufrimiento es aquel que manda Dios? ¡Ninguno! Dios permite que un círculo sea redondo, al igual que un cuadrado tenga cuatro esquinas. De la misma forma, el Padre eterno respeta el don más sagrado que le entregó a sus hijos: la libertad. Aunque el mal uso de esta última conlleve al pecado. ¿Acaso unos padres quieren que su hijo muera en la carretera por regalarle un coche? En absoluto. Le pueden decir que tenga cuidado; que no corra; que se fije bien en la carretera. Pero si el muchacho desatiende los consejos de sus progenitores e incumple las normas de circulación, el accidente que puede acabar con su vida ni fue ni será jamás algo 'enviado' por sus mayores, sino las consecuencias del mal uso que hizo del coche (de la libertad).
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Así las cosas, ¿qué tipo de sufrimiento es acogido por Dios? Eso es otra cosa y es importante clarificarlo. A lo largo de nuestra vida nos encontraremos no con una, sino con muchas cruces que no podemos evitar. Y que, asumidas con fe, tienen la potestad de convertirse en camino de amor y purificación: una enfermedad, una dificultad inevitable, una injusticia sufrida por fidelidad a Cristo, etc. En definitiva, todo aquello que conduce a un proceso de maduración humano y espiritual. Lo contrario es un infierno en vida. ¿Quién conlleva, por ejemplo, al enfermo que maldice, reniega y vive con rabia y rencor su situación? Nadie. Ni él mismo se aguanta. Es un demonio para consigo mismo.
Por tanto, llamemos a las cosas por su nombre y no le colguemos a Dios falsas redenciones. No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo (Albert Einstein).
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