Desde la noche del pasado 3 de febrero ya podemos presumir de la canción que nos representará en la próxima edición del Festival de Eurovisión, ... que se celebrará en Malmö (Suecia). Será 'Zorra', de la banda de pop electrónico Nebulossa, compuesta por la cantante María Bass y su pareja profesional y de vida Mark Dasousa, responsable de los arreglos musicales. Dos veteranos músicos que han dado la campanada con este tema, que fue viral por Internet casi desde el mismo momento en que fue premiado. Con lo que no hay rincón de España y muy pocos en el mundo que no hayan escuchado, siquiera de fondo, su pegadizo estribillo.
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Como era de esperar, el uso de la palabra 'zorra' ha levantado una considerable polvareda. Ya saben que la acepción número 7 de la R.A.E. para esta palabra en su versión femenina, calificada como «despectiva y malsonante», es la de 'prostituta', y se detallan como sinónimos los términos 'puta', 'furcia', 'ramera', 'fulana' y 'pelandusca'. La R.A.E., en su acepción número 2, generalizándola para las versiones masculina y el femenina, la define como «persona muy taimada, astuta y solapada». Es decir, merced al 'buenismo' irreal del Real intérprete de nuestro idioma, si a una mujer en España se la llama 'zorra' esta puede entender también que se la está alabando como persona astuta.
Pero no, no es así señoras y señores académicos. En este país, que goza de un idioma tan rico, generado a fuego lento a lo largo y ancho de nuestra larga historia, dominada hasta ayer mismo por el ultracatolicismo imperante, si a una mujer se la llama zorra se la pretende insultar de uno de los modos considerados más graves. Y punto. Porque el machismo y la homofobia recalcitrantes que hasta ahora nos han caracterizado como sociedad han generado un profuso catálogo de improperios de los que no somos capaces de desembarazarnos; y que aun hoy son de uso común, unas veces por llevarlos en la masa de la sangre –como se dice en mi tierra- y otras por la pereza que produce buscar alternativas lingüísticas o soltar una 'colleja' a quien los pronuncia.
Y es por esto que darles la vuelta al modo en el que lo hace Nebulossa con 'Zorra' resulta, a mi modo de ver, la mar de sano y edificante. No hay 'colleja' más dulce que la que se da con una canción divertida y pegadiza, interpretada además por una mujer madura y preñada de fuerza que mira a los ojos del público con una gran y bella sonrisa. Escoltada por dos bailarines de género fluido y que representan un nuevo tiempo exento de prejuicios estúpidos a todos los niveles. Por supuesto, también el sexual. Porque, al fin y al cabo, toda la polémica gira alrededor de esto mismo, del sexo. En este caso, de la libertad sexual de las mujeres.
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Porque está claro que los límites del libre albedrío para una mujer siguen sin ser los mismos que los de un hombre heterosexual, según los cánones que esta canción contribuye a derruir. Y semejante confinamiento social afecta a todos los órdenes del universo femenino. «Si salgo sola, soy la zorra / Si me divierto, la más zorra / Si alargo y se me hace de día / Soy más zorra todavía / Cuando consigo lo que quiero (zorra, zorra) / Jamás es porque lo merezco (zorra, zorra) / Y aunque me esté comiendo el mundo / No se valora ni un segundo». Esa es la letra de 'Zorra'. Tan simple y clara. Hasta un ceporro manchego con esmoqin blanco de tergal y metido a crítico de cine lo entendería.
No hacen falta alharacas intelectuales ni versos cantados por Serrat para lanzar mensajes que todo el mundo comprenda. Parece que en estos tiempos de redes sociales y 'post' de cuatro palabras –dos de ellas con faltas de ortografía- las libertades individuales han de defenderse a cañonazos rápidos y directos, chispeantes si se acompañan de una música bailable y pegadiza. Como esos golpes que no se dan y que dicen que son los que más duelen. Y, hablando de golpes, acabo esta pieza con la infinita satisfacción que me produce el aire más limpio y fresco que hoy se respira en Europa gracias a Grecia. ¡Enhorabuena a todos los griegos y las griegas de bien!.
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