La pereza también se cura
Porque las armas de las que disponen los y las jóvenes de hoy no son, ni por lo más remoto, las que tenían sus padres y abuelos.
Comenzaba esta semana, primera de septiembre y, por lo tanto, del nuevo curso tras el periodo central de las vacaciones estivales, con malas noticias desde ... el ámbito de la investigación social. Y es que la empresa demoscópica 40dB realizó un estudio para los medios del Grupo Prisa cuyos resultados no pueden ser más desesperanzadores: nada menos que el 26% de los jóvenes varones prefiere «en algunas circunstancias» el autoritarismo a la democracia. Este porcentaje aumenta significativamente para desmerecer la participación de las personas inmigrantes en la política: un 36% de ellos valora negativamente esta posibilidad. Aunque también es muy significativa la gran brecha que existe entre chicos y chicas en estos resultados, mostrándose ellas mucho menos radicales con entre ocho y diez puntos menos –dependiendo de si se trata de jóvenes de la generación 'Z' o de 'millennials', respectivamente- en semejantes respuestas. Es decir, cuanto más jóvenes y con más testosterona, mayor es su radicalismo.
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Podría escribir en las siguientes líneas de esta pieza sobre los graves condicionamientos a los que se enfrentan las personas de entre 18 y 35 años a la hora de buscar un empleo o una vivienda dignos, temas que han sido siempre centrales en estos Huesos de Aceituna y que, sin lugar a dudas, contribuyen en gran medida a desactivar el interés por nuestro sistema político y democrático, especialmente en este grupo de población. Pero hoy no quiero hacerlo. Porque también me parece interesante poner énfasis en la mayoría de edad de estos jóvenes ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho, que además se autodefinen –no sé si siempre con razón- como las generaciones más preparadas académicamente de la historia de la humanidad. Personas adultas que, por intensa que haya sido la sobreprotección de sus papás y mamás, deben ser y sentirse responsables de sus actos. Del ejercicio o no de su derecho al voto, y, en su caso, del modo en el que hacen uso de él.
Ya está bien de aludir siempre a las bajas pasiones de los y las jóvenes para justificar sus opiniones y sus diatribas. Poniendo paños calientes al hecho contrastado de que hay una porción considerable de ellos –sobre todo de ellos- que dan por buenos los argumentos imbéciles de los cuatro charlatanes que ganan audiencia, dinero y electorado a su costa, sin preocuparse de ocupar un solo segundo de su valiosísimo tiempo en contrastar semejante basura. Demostrando una pereza intelectual que también comienza a ser histórica. Tanto que, si dijéramos que estas generaciones se muestran como las más perezosas ideológica e intelectualmente de la historia, podríamos por desgracia no ir muy descaminados. Con lo que nos encontramos ante una realidad tan inédita como paradójica: jóvenes muy preparados académicamente e indolentes intelectualmente. Terreno abonado para el extremismo, que aprovecha como nadie este panorama para extender sus mentiras y medias verdades preñadas de miedo y odio. Los dos sentimientos más nocivos para el futuro de las sociedades democráticas, que protagonizarán las generaciones 'Z' y 'millennials'. Y que los 'mayores' observamos entre la tristeza y la desidia, otras dos sensaciones nos demasiado saludables para la Democracia.
Afortunadamente, aún hay tiempo para recalcular la ruta. Porque las armas de las que disponen los y las jóvenes de hoy no son, ni por lo más remoto, las que tenían sus padres y abuelos. Precisamente esa preparación técnica y académica les puede permitir, con la pedagogía necesaria, apreciar la información veraz y no dejarse engañar por el primer ceporro con el que se crucen en sus perfiles de redes sociales. Aprender a ser, como otras generaciones de jóvenes, extremadamente críticos con el sistema para lograr mejorarlo, perfeccionarlo; no destruirlo y dejar sus vidas en manos de cualquier desaprensivo que se los haya llevado al huerto para que, arrodillados, le frieguen el suelo de su fiesta VIP privada.
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Y ahí hemos de estar, inmunes al fracaso, quienes confiamos ciegamente en ellos y ellas. En esos chicos y chicas que se cubren de los símbolos que les venden quienes menos creen en ellos con el único fin de insuflarles odio. Odio al migrante, odio a personas de otras razas, odio al amor diverso, odio a la mujer no sumisa, odio a todos los colectivos y personas que les han ordenado que deben odiar «porque son responsables de lo malo que les pasa». Cuando en realidad deben saber que su fuerza, joven y vigorosa, es inmensa en Democracia, y merece la pena invertirla en alcanzar cotas de felicidad colectiva como nunca se han visto. Es nuestra obligación mostrarles ese luminoso camino.
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