Para un mejor futuro, dialogar, ceder y acordar
Frente a la venganza, hemos de avanzar postrando en el olvido las palabras perdón y culpa, tan profundamente peligrosas y cargadas de misticismo que nunca serán útiles (...)
Hay quienes solo tienen ojos para su propio pasado. Qué jóvenes y felices éramos, cuánto nos cundía el dinero, qué pocos peligros nos acechaban, había ... más trabajo, todo era más simple y fácil, había más respeto… y así un largo etcétera de lugares comunes, algunos verdaderos y otros falsos o endulzados por nuestra memoria, tan efímera como acomodaticia a nuestro actual código de valores. Y también hay quienes solo saben mirar hacia atrás en la historia, como si la madre naturaleza les hubiera negado los ojos bajo la frente para concedérselos en la nuca. Adoleciendo además de una memoria selectiva del pasado, atemperando sus puntos oscuros y acentuando su escuálido perfil positivo.
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Personas a menudo circunspectas y preñadas de odio hacia todo lo que signifique presente, así como amedrentadas y funestas en su percepción de lo que el futuro nos pueda deparar. Porque, para ellas, la palabra 'avanzar' es más difícil de pronunciar que 'frigorífico' para un niño de tres años. Vamos, que son la peor compañía que uno pueda tener para vivir con moderado optimismo y alegría. Y, aun así, son multitud quienes piensan de este modo, igualando e incluso en no pocos lugares superando en número a quienes gozamos de otro criterio temporal, de otra forma de orientarnos en la vida.
Fíjense en lo que sucede con el asunto de Cataluña –o de Euskadi–, en las guerras que han estallado en Ucrania y Oriente Próximo o en el auge de la extrema derecha a lo largo y ancho del globo terráqueo. Todo es pasado y desolación. Todo son religiones, banderas, fronteras, imperialismo, racismo, xenofobia, clasismo, violencia e insolidaridad. La ciudadanía del mundo se parte en dos entre quienes no salen de ese círculo vicioso pretérito y quienes queremos huir de él para avanzar hacia un futuro mejor, o al menos más pacífico. ¿Qué puede haber de positivo en la infinita revancha de unos contra otros y de otros contra unos? Absolutamente nada.
Así que, frente a la venganza, hemos de avanzar postrando en el olvido las palabras perdón y culpa, tan profundamente peligrosas y cargadas de misticismo que nunca fueron y nunca serán útiles para una sociedad pacífica y justa. En su lugar, hemos de conjugar los verbos dialogar, ceder y acordar. Sin relojes, sin este arrebato al que nos empuja nuestro tiempo del ¡ya! y ¡ahora! La convivencia entre quienes se sienten españoles, catalanes o vascos, o entre musulmanes, judíos o cristianos, solo tiene un camino racional y limpio de sangre y fuego: el diálogo con voluntad de acuerdo.
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Así, se instaura una idea de futuro tomando como base el presente en el que vivimos. Obviando ideas populistas y retrógradas, falsas premisas aireadas por charlatanes cuyos escrúpulos son inversamente proporcionales a su extremismo ideológico y sus ansias de poder. Gentes como el presidente de Israel, Benjamín Netanyahu, un conservador devenido en extremista por mor de sus cuitas con la justicia israelí y sus compadreos con partidos y grupos ultrareligiosos, a los que ha regalado buena parte del poder institucional. Propiciando una vorágine de odio y opresión contra los habitantes de la Franja de Gaza -la ciudadanía palestina- que no han hecho más que crecer los últimos años, y que han servido como el mejor caldo de cultivo para fomentar más odio al otro lado de la frontera.
Netanyahu –líder, no lo olvidemos, de un país plenamente democrático–, tras la incursión terrorista de Hamas en Israel, está actuando al margen del Derecho internacional y de las resoluciones de la ONU, organización que es la madre de Israel como territorio independiente y soberano. Masacrando a miles de hombres, mujeres, niños y niñas inocentes en ese infierno que es ahora la Franja de Gaza. No hay atentado ni grupo terrorista que justifique semejante reacción. Como este martes se encargó de recordar al mundo entero Antonio Guterres, presidente de la ONU, en un alegato pleno de humanidad y dignidad, rápidamente respaldado por el presidente español, Pedro Sánchez, y su homólogo portugués, Marcelo Rebelo de Sousa. Mientras, los mandatarios de Inglaterra, Francia, Alemania o EEUU se hacen los suecos y se devanan los sesos para usar un lenguaje pusilánime ante semejante barbarie ultra.
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La extrema derecha doméstica, la europea en general y la española en particular, ya se frota las manos ante el ejemplo que desde allí nos llega. ¿Por qué no actuar aquí en consonancia a cómo lo hace Israel?, se preguntarán. ¿Para qué sirve conversar, ceder y acordar? Mejor usar verbos tan tradicionales y castellanos como 'cristianizar', 'conquistar' y 'aplastar'.
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