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Los malvados van ganando

Los sujetos que gobiernan EE UU, Argentina y Rusia –y quizás también el de China– se han aliado con otros en el viejo continente, todos ellos, vencedores o con grandes resultados electorales (...)

José Luis González

Jaén

Viernes, 21 de febrero 2025, 23:15

Se podría decir sin temor a equivocarnos que estamos viviendo cosas que parecían impensables no hace tanto. Los malvados rodean a Europa e incluso hay ... algunos que ya la infectan desde dentro, no sabemos si de un modo terminal. Así, los sujetos que gobiernan los Estados Unidos, Argentina y Rusia –y quizás también el de China– se han aliado con otros en el viejo continente, todos ellos, no lo olvidemos, vencedores o con grandes resultados en sus respectivos procesos electorales. Y eso que aún no conocemos el resultado de las elecciones que este mismo fin de semana se celebran en Alemania, una de las locomotoras europeas. País por cierto en el que, al parecer, un número creciente de ciudadanos y ciudadanas no conoce o ya no recuerda su pasado Nazi, que provocó tanto sufrimiento y derramó tanta sangre. Hasta el punto de que el partido de extrema derecha que lo representa con absoluta fidelidad no para de crecer en las encuestas, aupado por esos oligarcas tecnológicos empeñados en acabar con las democracias europeas que amenazan sus pingües beneficios.

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De tal modo que a un lado y al otro de nuestro vergel democrático se ha instalado el relato de una realidad alternativa creada por la mentira y los intereses espurios del poder económico de este siglo. Tanto, que hoy Volodímir Zelenski es un dictador que, además, es agresor y no víctima de Rusia; el sujeto que gobierna Rusia es un patriota que responde a ese ataque llevándose por delante a decenas de miles de víctimas inocentes con el apelativo de 'colaterales', alzándose además como un defensor inatacable de la moral; el sujeto que gobierna los EEUU es un paladín de las libertades democráticas, particularmente de la libertad de expresión, y también es un firme defensor de la paz en el mundo que le hace merecedor incluso de un Premio Nobel; y el sujeto que gobierna Argentina es un digno representante de la ciudadanía de ese país y, además, un brillante economista preñado de buenos consejos para los suyos. Este es el relato que se nos vende, que se nos inocula, que se nos hace tragar como si fuera el quijotesco bálsamo de fierabrás para curar las heridas de nuestro tiempo. Sin que nosotros y nosotras, componiendo la sociedad más avanzada, más preparada y más –quizás, no mejor– informada, movamos un dedo en frenar semejante avalancha de basura. La prueba palmaria la tenemos muy cerca, nada más y nada menos que en 'Madriz', la capital administrativa de España.

Un lugar transformado en inhóspito para el resto de españoles y españolas, de un modo u otro expulsados de esa montaña de oropel sometida por la avaricia de los fondos de inversión, los multipropietarios inmobiliarios, las grandes fortunas, los delincuentes de guante blanco y los aprovechados y aprovechadas de variado pelaje. Que nos observan a los demás, menesterosos habitantes de provincias, como gentes inferiores y poco dignos de aprecio; como ganado ovino, útil tan solo para depositar su voto en la urna cuando seamos llamados para ello.

Tal es la consideración hacia nosotros y nosotras de señores como Miguel Ángel Rodríguez -MAR para los amigos–, jefe de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Cuya indudable inteligencia política tan solo encuentra parangón con el matonismo que le caracteriza, con la escasa humanidad y el nulo respeto por la verdad con los que, habitualmente, se manifiesta. Llegando incluso a la ignominia de faltar al respeto a personas que han sufrido la muerte violenta de un familiar. Aquellas que padecieron durante la pandemia los 'protocolos de la vergüenza', impuestos por la Comunidad de Madrid durante la pandemia en las residencias de mayores. Cuyo inmenso dolor ha sido soslayado del modo más abyecto por el entorno social y mediático del poder político madrileño. Que ha borrado de su memoria los fríos datos: durante la primera ola de la Covid –entre marzo y junio de 2020– fallecieron en esas residencias un total de 11.389 ancianos, uno de cada cinco residentes, y el 73% no fue hospitalizado, muriendo la mayoría tras una lenta agonía y sin cuidados paliativos.

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Usando las palabras de la propia Ayuso en sede parlamentaria –con el lenguaje tabernario que la caracteriza–, la vida política en Madrid, como ejemplo de la del mundo que nos rodea, se desarrolla «siempre con las mismas mierdas». Podría decirse que vivimos en el medio de un MAR de «mierdas».

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