Cuidar la cantera
Claro, hasta llegar al teatro había un trabajo previo de preparación y convencimiento de padres y madres, y también en el colegio por parte de profesores y profesoras
Desde el año 2000, el Festival Internacional de Teatro (FIT) de Cazorla ha incluido en su programa un ciclo dedicado al público más pequeño, a ... la cantera teatral de este municipio y su comarca. El ciclo de Teatrino cumple por tanto ahora su vigésimoquinta edición, consolidando el FIT como uno de los eventos que mejor cuida el teatro infantil –mal llamado familiar, como si los niños y niñas infantilizaran tan solo por existir al resto de su familia mayor de edad-. Así, al Teatro de la Merced no solo han acudido masivamente los alumnos y alumnas de los centros educativos cazorleños, también se ha facilitado la asistencia a colegios de toda la comarca e incluso de fuera de ella, caso por ejemplo de Coto Ríos, pedanía de Santiago Pontones.
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Lo han hecho para hacer disfrutar de compañías y propuestas teatrales de enorme calidad, reconocidas a nivel nacional e internacional con los premios más importantes. Fíjense que por el escenario del Teatro de la Merced han pasado -algunas en repetidas ocasiones- el Teatro Negro de Praga, Laví e Bel, La Maquiné, Markeliñe o El Espejo Negro, todas ellas con una larga e intachable trayectoria. Dejando muestras del amplio catálogo de las artes escénicas: teatro a la italiana, danza, teatro musical, títeres… Casi siempre recibidas con un aforo completo, tras superar las colas en el hall de entrada en el que los niños y niñas aguardaban impacientes junto a sus padres y madres –o profesores y profesoras, en el caso de grupos escolares–, que a duras penas podían contener la impaciencia de sus retoños. Superando por fin la puerta que les daba acceso a la promesa de ese mundo mágico con las prisas por alcanzar la mejor localidad del patio de butacas o del entresuelo, el ángulo de visión más compatible con sus preferencias; desde abajo o desde arriba, más cercano al escenario o más alejado. Corriendo también los adultos tras esa estela de ilusión hasta llegar al lugar preferido por sus menores.
Era emocionante observar esa ceremonia previa a la función que se repetía función tras función, año tras año. Como también lo era el silencio durante el espectáculo, o la constante interacción con los actores y actrices, tan habitual en este tipo de teatro. Rompiendo la cuarta pared para que intérpretes y público se sumergieran en la historia propuesta de un modo que ningún otra actividad infantil, analógica o digital, puede conseguir. Y finalizando con un largo y cálido aplauso como agradecimiento por lo vivido, sincero como ningún otro porque esas pequeñas manos no actúan movidas por formalismos, hipocresía o prejuicios.
Claro, hasta llegar al teatro había un trabajo previo de preparación y convencimiento de padres y madres, y también en el colegio por parte de profesores y profesoras. En este mundo en el que vivimos, preñado de estímulos digitales, cada vez es más difícil convencer a los niños y niñas de que sentados a oscuras en una butaca frente a un escenario van a encontrar diversión además de conocimiento. De que, tras una larga jornada de estudio, deberes y actividades extraescolares, al finalizar la tarde tocará ir al teatro a ver cómo se desenvuelven actores y actrices de carne y hueso, en el medio de una escenografía de cartón-piedra. Donde solo habrá lugar para la verdad y el compromiso con la Educación y la Cultura. La carnaza de bulos y mediocridad de youtubers y charlatanes varios, tan de uso común ya en la infancia y la preadolescencia, se quedará en casa, enmudecida durante una hora sobre el escritorio o la mesa del salón.
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Todo ello se ha puesto en seria duda los dos últimos años de Teatrino. En los que las butacas vacías del La Merced han crecido exponencialmente. Hasta tal punto de que ya no es extraño encontrarse con asistencias que apenas llegan el centenar de personas, entre niños, niñas y adultos. Circunstancia que de ninguna manera se puede justificar en la disminución de la natalidad o la mala situación económica de las familias. Teniendo en cuenta, además, que el precio de los abonos apenas ha variado y que, dividido este entre las tres propuestas, resulta muy accesible para cualquier economía. Entonces, habrá que preguntarse por qué en los colegios se venden muchos menos abonos que antes. Qué ha llevado a los padres y las madres a restar importancia a la educación teatral de sus hijos e hijas. Por qué ya no existe ninguna escuela municipal de teatro o actividad teatral en los centros educativos como las de antaño –salvo la impulsada por alguna iniciativa privada–. Qué nos está ocurriendo que ni esto valoramos ya.
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