Última concentración en Cazorla en apoyo a Palestina. J. L. G.

La ciudadanía ya está rompiendo huevos

La gente se está cansando de esperar la firme condena y las severas medidas contra Israel que cabría esperar de sus gobernantes o, en este caso, de las organizaciones deportivas nacionales e internacionales.

José Luis González

Cazorla

Viernes, 5 de septiembre 2025, 23:45

El estado de Israel es hoy un estado genocida, de esto no cabe ya la más mínima duda. Además, y por lo visto, apoyado por ... una porción muy importante de sus nacionales. Es cierto que con cada vez más disidencias entre ellos y ellas, aun sin demasiada notoriedad hasta ahora de puertas para adentro. Pero Europa comienza a entonar otro cantar, sobre todo su ciudadanía, harta de presenciar en vivo y en directo tanto sufrimiento, tanta hambre y tanta sangre. Un infierno tolerado por el silencio y la tibieza culpable de buena parte de sus gobernantes, paralizados por los equilibrios económicos y geopolíticos que son alentados por democracias en franca decadencia como la de Estados Unidos, Hungría o Italia; o con problemas de conciencia histórica como la de Alemania.

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Ya sabemos que los y las estadounidenses tienen prohibido manifestarse en contra de Israel o exhibir banderas palestinas, amenazados con severísimas penas económicas y de cárcel. Allí, salir a la calle con semejantes intenciones es verdaderamente peligroso hoy día, con el agravante también de esa violenta represión policial genuinamente trumpista. Sin embargo, por estos lares aún –digo bien: aún– no hemos llegado a tanto. Razón por la cual los europeos y las europeas han decidido salir a la calle a manifestarse en contra del genocidio palestino. Y lo están haciendo de forma sosegada en la inmensa mayoría de los casos, como debe ser en un movimiento tan pacifista como es este. Así está ocurriendo, por ejemplo, en Cazorla, donde yo vivo, con movilizaciones periódicas de la mano de su ayuntamiento, los distintos partidos políticos progresistas –el Partido Popular, por supuesto, no se ha sumado en ningún momento– y la asamblea ciudadana 'Cazorla por Palestina'.

Pero claro, es lógico que hasta la más pacífica de las personas pueda saltar ante una provocación flagrante, ante una exhibición de cinismo como la que está ofreciendo de forma concreta el deporte profesional en general. Ya hablemos de fútbol –por supuesto-, de baloncesto o de ciclismo. Deportes que ejemplifican la desacomplejada complicidad con el estado genocida de Israel; y cuyos dirigentes se esfuerzan por retorcer las palabras con la flagrante diferencia de trato a Rusia, país al que han no han dudado apartar de todas las competiciones. Lo estamos viendo estos días en el Eurobasket o en la Vuelta Ciclista a España, donde participan tan ricamente la selección de baloncesto israelí y el equipo ciclista llamado pura y simplemente 'Israel'. Creado para más inri por un magnate canadiense-israelí Sylvan Adams -amigo personal de Netanyahu- y cuyo fin, según sus propias palabras, es servir como embajada de Israel por el mundo.

Pues bien, ¿qué esperaba entonces la organización de la Vuelta en estas circunstancias? En este deporte tan popular, que discurre por carreteras de toda la península, a cuyos márgenes se agolpan, de forma gratuita, miles de personas de diferente edad, clase y condición. Siempre con el propósito de animar a los ciclistas, cuyo esfuerzo físico es casi sobrehumano sobre las dos ruedas. Y que, en ocasiones, aprovechan también para poner de relieve reivindicaciones de diferente carácter, desde los asuntos más locales a los internacionales. Como ocurre en este caso del genocidio palestino. Quizás, el desastre humanitario más grave desde la guerra de los Balcanes.

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La gente se está cansando de esperar la firme condena y las severas medidas contra Israel que cabría esperar de sus gobernantes o, en este caso, de las organizaciones deportivas nacionales e internacionales. El margen para la reacción conjunta interestatal a la altura de las circunstancias ya se ha cubierto con creces. ¿Qué queda entonces? Está claro: la reacción ciudadana. Y esta se materializará, como hasta ahora, de forma pacífica las más de las veces. Aunque, como reza el dicho, «para hacer una tortilla también sea necesario romper huevos». Con lo que de las federaciones nacionales e internacionales de todos los deportes –las de fútbol, tan dóciles con los países más deshumanizados-, de las organizaciones de los eventos deportivos, de los clubes y, sobre todo, del Comité Olímpico Internacional -merecidamente inflexible con Rusia-, depende que esto no acabe por convertirse a partir de ahora en una sucesión de 'huevos rotos'.

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