Música celestial

Millones de partituras de hoy irán al crematorio del olvido. Sólo una breve relación de obras intentará conquistar atriles salvo que la inteligencia artificial programe en los cerebros la música que deba escucharse

José García Román

Viernes, 30 de junio 2023, 23:09

El tiempo pasado, presente y futuro era, es y será elitista pues una poliédrica élite gobierna el mundo gracias a que somos muchos los mediocres ... dispuestos a venerar, cuando no a adorar, a nuestros ídolos, a veces con un divismo desbocado. La debilidad de las 'estrellas', condenadas a transformarse en 'supernovas', es palmaria en tantas biografías con pretensiones divinas aunque sean demasiado humanas. Lo recordó Furtwängler (director, compositor, pianista y ensayista) en una entrevista donde subrayó el prurito de descubrir genios cada semana a pesar de que la fragilidad de tales genios y aspirantes a la genialidad se perciba pronto. Ligeti no soportaba el ansia de fama del grupo de Electroacústicos de Colonia, encabezados por Stokhausen. Boulez lanzó diatribas contra los compositores reaccionarios o mostró su disconformidad a Radio France por dedicarle un mes a la música de Henze.

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En los Cursos Internacionales para la Nueva Música en Darmstadt las rebeldías eran moneda corriente. Había que posicionarse ante la estética de Xenakis, Ferneyhoug, Lachenmann, Hallfter… Algo en muy pequeña escala sucedía en los estrenos del Festival granadino con los alumnos de composición de los Cursos 'Manuel de Falla'. No es fácil aprender lo que Messiaen aconsejaba a quienes querían imitarle: «Encontrar la propia voz», buscándola sin buscarla. Es decir: componiendo sin otro objetivo que 'componer'. Como únicamente puede encontrar su voz el director, el solista o el músico de atril o el coro: interpretando.

Millones de partituras de hoy irán al crematorio del olvido. Sólo una breve relación de obras intentará conquistar atriles salvo que la inteligencia artificial programe en los cerebros la música que deba escucharse. Dicen que es humano equivocarse. ¿Y vivir en el 'error', descarrilados por la soberbia de no cambiar las agujas de nuestras vías, qué es? En ocasiones los 'fracasos' pueden ser 'padres de futuros éxitos'. Sí. Pero tantas veces son pendientes del abismo.

No ignoramos que es humana la 'sumisión'. Nos gusta someter y que nos sometan porque somos ambiciosos de fama hasta la mendicidad. No obstante, la sumisión nada tiene que ver con la libertad creadora que desconecta de toda llamada de sirenas que nos inducen a desviarnos del camino de nuestra Ítaca personal o artística. «La falacia puesta al servicio de la comunidad de intereses particulares», leemos en 'Doktor Faustus', de Thomas Mann. Y todo debido a la obsesión de anticipar posteridades, en opinión de Furtwängler, o construir búnkeres para salvar de la destrucción la propia obra (Stockhausen). ¿Quién no ha vendido su alma al diablo alguna vez, o un día sí y otro también, olvidando que «cuando haces un pacto con el diablo, él siempre vuelve por su parte»?

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Hay sol musical para millones de años y caminos imposibles de transitar aunque la nueva tecnología pretenda demostrar lo contrario. El despertar del sol no necesita fanfarrias. Cada día nos causa admiración en silencio, al igual que el ocaso que da paso a las estrellas. El problema y la solución es dar lo mejor de uno mismo. Somos 'seres-ahí', en terminología heideggeriana.

No tendremos un deslumbrante entierro parecido al de Beethoven, Hugo o Churchill; tampoco uno mísero como el de Vivaldi o Mozart; seguramente nos libraremos del de Prokofieff, fallecido en la miseria unas horas antes que Stalin. Ellos y nosotros sufrieron y sufriremos la humillación de nuestros huesos desnudos, soñadores de estrellas. Sin embargo, ¡qué sonido más hermoso cuando el timbal de nuestro corazón escuche la llamada del destino con las notas universales de la Sinfonía nº 5 de Beethoven y el silencio se haga música convirtiéndose en nuestro mejor legado!

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Toscanini fue uno de los grandes directores del siglo XX. De memoria prodigiosa, carácter muy irascible y metrónomo al milímetro, tuvo su oportunidad de oro ante el abucheo que dedicó el público a la orquesta del Teatro Municipal de Río de Janeiro, de la que era chelista.

Tal situación provocó que los músicos rogaran a un Toscanini de 19 años que asumiese la dirección de la ópera 'Aida', que se sabía de memoria. Fue el inicio de su carrera de honestidad artística y confianza ilimitada en sí mismo. No extraña que acostumbrara a decir: «Cualquier asno puede dirigir, pero hacer música…es difícil».

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En 1942, un músico de la Orquesta del Colón contó que en un ensayo estaban en la platea casi todos los directores que habían pasado por Buenos Aires. Toscanini no cesaba de pedir 'piano': «Oltra volta, oltra volta! ¡Lo quiero piano, con sangre!». Colmada su paciencia, gritó: «¿¡Quién es el animal que les enseñó música!?». Y un músico de la orquesta contestó: «Están en la platea, maestro».

Nos esperan a todos dos muertes: la física y la del olvido. Por especial afecto me referiré a Carmelo Bernaola que, cuando cierto día hablamos del 'futuro' y las dudas que nos corroían, me dijo en tono de severa cercanía: «¡Oye, granadino, no olvides jamás esto: 'Nunca pasa nada'. Y si pasa, que pase. Punto!». Es una sentencia útil para no enredarnos en asuntos vinculados a la trascendencia. ¡Cuántos se han 'ido' ya!, vivos en mi corazón y memoria, y «¡no ha pasado nada!». Todo es pasar… ¿Dónde van a ir nuestros ríos? Pues a la mar, «que es el morir» y asimismo «gran cantar» (Manrique y Machado cogidos de la mano).

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