El pensamiento, o es crítico o no es pensamiento. Otra cuestión es que se considere 'moneda' de curso legal. La genialidad sólo se da cada ... siglo en escasas cantidades, como ocurre con la creación y la reflexión que garantizan no un simple existir sino vivir decorosamente. No se entiende la relación de genios hoy en todas las ramas del saber y aledaños artísticos y filosóficos. Parece sensato dudar de la existencia de tanto pensador con vitola de excepcional. Ir solos o en grupo marca en cierto modo la calidad de la soledad y el silencio del intelectual.
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El pensamiento se encuentra en vías de agotamiento (no me refiero al científico, obviamente). El de Grecia y Roma, con destellos aún, perdura renovándose, al igual que sucede con la tragedia griega: síntesis de las pasiones humanas. La expresión sosegada está perdiendo elegancia y contenido profundo al descender frecuentemente a los espacios de 'perrear' a nivel de calle. Por eso cada cual piensa, escribe y habla como quiere, puede o le dejan. Y esto influye enormemente en la cultura diaria que está a favor de lo política o ciudadanamente 'correcto', lo que en determinadas situaciones de responsabilidad origina desorientación que, por decirlo elegantemente, podría parecerse a aquella metáfora de Churchill en los años de feroz comunismo: «Rusia era una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma».
Es natural que al presumir de 'luces' apagadas y de saberes sin 'saborear' prolifere el secuestro, la venta o el alquiler del pensamiento. Arrendar espacios de nuestra mente por días, meses, años o para siempre, o gestar raciocinios que repugnan es tentación frecuente a pesar de las turbaciones que ocasionan; pero es rentable en función de la oferta y la demanda. En las pizarras del parqué social comprobamos las cotizaciones del accionariado mental que de tanto consultarlas acabamos siendo expertos en invertir y abandonar nuestra razón a la intemperie, dejándola con inadecuadas compañías, enajenando la voluntad conforme a la puja o llevándola a la casa de empeño a cambio de ayudas para intensificar el personal tren de vida renunciando al imperioso equilibrio solidario con franco diálogo, sin socaliñas al estilo de quienes lo convierten en simulacro al haber arrojado al descampado la integridad intelectual que exige «…juzgar bien, para obrar bien» (Descartes). No es fácil tarea «pensar sobre cómo pensamos».
El pasado sábado, Rodríguez Zapatero tachó a la oposición de «hipócrita» e «indecente». No creo que tales expresiones sean propias de un doctor honoris causa recientemente investido por la Universidad de León y de un ex presidente del Gobierno de España, obligado a defender la concordia de 'todos' los españoles, y no a fomentar odios. Se echa en falta un humanismo político que destierre faltas de respeto a la ciudadanía, cámaras y parlamentos incluidos. Vivimos encandilados con falsos elitismos, de hoja más que caduca pero con euforia de fugaz primavera y sueño de estío, ignorando el viento del otoño. '¿Qué está pasando en el mundo de manera que no sea posible hacerlo mejor?'.
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La expresión sosegada está perdiendo elegancia y contenido profundo al descender frecuentemente a los espacios de 'perrear' a nivel de calle
En estos momentos convulsos, las buenas formas, acosadas por el dinero y el poder, han perdido el norte. ¿Es problema de comprensión o perversidad, o las dos cosas a la vez? No extraña que desde la Antropología se hable de «la vergüenza de la democracia». El crítico cultural Néstor García Canclini resalta una de la señas de identidad de nuestro tiempo: «el reordenamiento de las diferencias y desigualdades sin suprimirlas». Gran clave para comprender discursos comunitarios e intervenciones políticas que están conduciendo a un pernicioso relativismo democrático, vecino de la autocracia. ¿Y qué decir de los criterios de protesta callejera que más parecen depender del 'contra quién' que del 'contra qué'?
Existe obsesión por deconstruir realidades vacunadas por el tiempo para ser sustituidas por otras con pretensiones de nuevo orden. Algo parecido acontece con el urbanismo político y sus propuestas diseñadas por 'arquitectos' no siempre con la preparación adecuada. «No ayuda crear una política que le diga a la gente que son fascistas, conservadores, idiotas, etc.; el optimismo político que Stuart Hall me enseñó estaba en contra de todas las formas de elitismo», manifestó en una conferencia Lawrence Grossberg. Abruma tanta 'objetividad' de 'objetos' a costa de 'subjetividad' de 'sujetos', de igual modo que retroceder a los binarismos blanco o negro, día o noche, bueno o malo, derecha o izquierda. Recuerda el citado profesor que «las elecciones binarias no nos permiten entender ni organizar ni transformar el mundo», y añade: «En este sentido, en lugar de crear nuevos binarismos simplistas, a lo que debemos apuntar es a descubrir y develar la complejidad de las relaciones que se tejen entre lo viejo y lo nuevo, entre el pasado y el presente».
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El 'pueblo' honrado calla cuando no lo mandan callar y habla cuando no lo obligan a hablar. No extraña entonces que mentes sin 'logos' (tituladas o no), alquiladas o vendidas, callen según la ideología ante caudillos de hoy, como es el caso –por referirme a uno– del dictador nicaragüense Ortega, dueño de su 'patria'. La ciudadanía decente no se alquila ni se vende. Nada que ver con el capitán Renault de 'Casablanca': «Carezco de convicción y voy con el viento que sopla». ¿Hay alguna duda acerca de la desorientación social que padecemos junto a una escasa fiabilidad? Por estos motivos me curo en salud y cada día al anochecer compruebo si tengo algún trastero de mi mente alquilado o vendido.
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