Existe un razonable consenso en no cambiar más la hora y, dentro de esta alternativa, mantener el horario de invierno permanentemente. Según opiniones de expertos, ... el argumento del ahorro energético hace años que dejó de convencer.
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Lo que sí están a diario muy presentes son los efectos negativos en la economía, la salud y el medio ambiente, la productividad por alteración del rendimiento laboral y escolar, la pérdida de sueño, la mayor fatiga, el error por distracción, el malhumor, la merma de capacidades cognitivas, el estrés, y la referencia a los más vulnerables que contemplan jornadas largas o trabajan a tiempo completo. Por tal motivo, el 80 % de la población europea apoya la supresión de los cambios horarios, como indican las organizaciones IANT –Alianza Internacional para un Horario Natural–, TUI –Time Use Initiative– o ARHOE –Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles– que se inclinan por la calidad de vida, la conciliación y la igualdad, mediante la coherente y lógica optimización de dichos horarios.
¡Por fin se abre la viabilidad de dejar la hora en paz! ¡Ya era hora!, porque nos lo debían desde hace años, tal cual lo prometieron. Se ha dicho que preguntar a la ciudadanía si prefiere un horario u otro es «engañoso», ya que la defensa de cada opción ha de venir acompañada de premisas convincentes, solidarias y no de gustos caprichosos. Al mismo tiempo se ha subrayado que la inclinación de la Tierra muestra que siempre habrá más luz en verano que en invierno. Si acaso, en opinión de IANT la pregunta sería: «¿A qué horario queremos tener más sol, por la mañana o por la tarde, teniendo en cuenta los horarios laborales con la idea de aprovechar la luz?». Si el argumento es que en España el 70 % de la población sigue trabajando a las siete de la tarde, lo lógico sería salir antes y así disfrutar del sol quien lo deseara.
Se insiste en que la transición al horario de verano, desde la perspectiva económica, implicaría una pérdida anual de bienestar equivalente a 350 euros por persona, mientras que el regreso al de invierno se traduciría en un beneficio de 564 euros. Si encima se incluyen consultas médicas, hospitalizaciones, posibles infartos y la reducción de la eficiencia laboral, la cosa cambia sustancialmente. Según estudios realizados, suprimir el de verano generaría un beneficio neto estimado en 754 euros por persona y año.
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Se sabe que con el horario de verano, entre diciembre y marzo el sol no saldría hasta las 9,15 horas de la mañana, y los niños irían al colegio sin luz. Hay expertos que abogan por la aplicación en España del huso horario de Canarias, Lisboa –Portugal vive en el que le corresponde– o Londres, y recuerdan que Madrid tiene la misma hora que Cracovia, a pesar de encontrarse a 2.000 km. más al oeste, por lo que «España debería adoptar el horario del meridiano de Greenwich para recuperar la normalidad solar» –ARHOE–, y por tanto mantener el de invierno, del huso de Europa Central durante todo el año.
Abolir los cambios horarios y apostar por el de invierno sería también un gran acto solidario con los hospitales, pues los enfermos no cenan al anochecer, sino al atardecer, mientras las calles enloquecen hasta una eterna madrugada. De igual modo concierne a las residencias de ancianos. Hay quienes van más allá y señalan que el horario fijo de invierno podría evitarnos 300.000 accidentes cerebrovasculares al año y reducir en 2,6 millones el número de obesos. Por lo que respecta al de verano, según IANT, en torno al 25 % de «vespertinos verdaderos» nunca se acostumbra físicamente debido al desfase del reloj –'jet lag'– y la disritmia circadiana causada por el adelanto del reloj, al no encajar con el ritmo de la vida social y provocar privación de sueño y descanso.
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El pasado 17 de octubre, la eurodiputada por Galicia Ana Miranda reclamó en el Parlamento Europeo el cese de los cambios de hora. Parece evidente que el ahorro ya no es argumento válido. Y el turismo tampoco debería serlo: quien ha de vivir a gusto es la población española, incluida la que no se tuesta en las playas y la que antes de irse a la cama necesita un poco de fresco. El negocio por el negocio no es precisamente el mejor mensaje en nuestra sociedad demandante de valores.
Invariablemente, las estaciones de nuestras vidas andan descompesadas. La atmósfera no es un reloj, y las modificaciones obedecen al enigma de un Universo imprevisible de trillones de planetas y billones de galaxias. Vivimos suspendidos sobre el inmenso abismo en una esfera descomunal, y hay quienes continúan pisando fuerte. ¡Ánimo, pues! En resumen: como se reitera cotidianamente, «el cambio de hora ya no tiene sentido». De cualquier forma, esta reflexión me inspira otra rigurosamente profunda: la necesidad de un «cambio» radical de mentalidad –¿utopía a la vista?– que impulse mentes diáfanas, sin recovecos ni ardides, afirmando y negando en conciencia cuando proceda, con la verdad por delante, y un cuerpo más sano, que falta hace.
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